En la celebración del Día de Muertos en México, de origen prehispánico, se honran a los familiares fallecidos mediante la colocación de ofrendas y altares decorados con flores de cempasúchil, papel picado, calaveritas de azúcar, pan, agua, platillos que eran del gusto de los difuntos, así como sus fotografías y veladoras para iluminar el camino que van a recorrer las almas y así no se pierdan en su retorno.

El Día de Muertos es la tradición más importante en nuestro país, los panteones se visten de colores por las flores, las familias asisten a las tumbas para recordar a aquellos que se han ido. Se trata de una celebración a la memoria de quienes ya no están, pero también un ritual que privilegia el recuerdo sobre el olvido, el cual no solo debe ser para los familiares de quienes han sufrido la pérdida de una hija, una hermana, una amiga desaparecida o víctima de algún feminicidio, sino que debe ser un recuerdo para las autoridades que no han podido resolver ni impartir justicia por aquellas que ya no están.

Noviembre tiene en México una tradición que nos da la esperanza de tener la visita de aquellas y aquellos que han dejado el mundo terrenal pero también nos recuerda que existen millones de mujeres que partieron porque alguien más decidió arrebatarles la vida por ser mujeres, por no quedarse calladas, por no comportarse y vestirse “de manera adecuada o decente”, por haber demostrado tener una mayor capacidad intelectual o profesional, por querer ser libres, poderosas, por ser ellas.

En esta ocasión no colocaré cifras porque quiero invitar a cada persona que lea este texto a reflexionar que no se trata de números, ni estadísticas o comparaciones de porcentajes entre periodos de gobierno sobre las víctimas de feminicidio o desaparecidas. Hablamos de mujeres con un nombre, que tenían una familia, sueños, un futuro profesional y les apagaron el brillo de los ojos, les arrebataron la sonrisa no solo a ellas sino también a sus madres, a sus hijas e hijos, a su familia, a sus amigas.

Hoy estas líneas son en memoria de Jessica Sevilla y todas las víctimas de feminicidio con quienes las instituciones siguen teniendo una deuda gigantesca de justicia. Que el recuerdo de la sociedad siempre sea privilegiado sobre el olvido, colocando las ofrendas en nuestro hogar teniendo en mente también a aquellas que no tuvieron la culpa de que se les arrebatara la vida y por quienes continuaremos en la lucha para que sus hijas, hermanas, sobrinas, primas y amigas vivan libres, plenas y sin miedo.

Google News

TEMAS RELACIONADOS