De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el migrante internacional es aquella persona que ha cambiado su país de residencia, independientemente de su situación legal, naturaleza o motivo de su desplazamiento. La migración es realizada por hombres, mujeres y niños, siendo algunas de las causas: problemas económicos, sociales, políticos, demográficos o violaciones a los derechos humanos.

En esta ocasión, he enfocado este texto en la migración de las mujeres, quienes deciden irse de sus países de origen en busca de mejores oportunidades, pero también hay quienes lo hacen para escapar de la violencia o mejorar la calidad de vida de sus familias. Sin embargo, en esta travesía, las mujeres migrantes enfrentan riesgos como la trata de personas, la violencia de género y el acoso. A pesar de ello, de acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), las mujeres representan el 48 % de los migrantes internacionales a nivel mundial, y cada vez hay más mujeres migrando solas, lo que se conoce como la "feminización de la migración".

De acuerdo con ONU Mujeres, en México las mujeres migrantes constituyen aproximadamente el 20 % de la población migrante en tránsito irregular por el país, es decir, alrededor de 30 mil mujeres al año. A pesar de que el espacio de vulnerabilidad de las mujeres es mayor, lo que implica riesgos particulares como violaciones, maltratos verbales y físicos y la trata de personas con fines de explotación sexual, las mujeres migrantes son más cuidadosas en la planificación del viaje en comparación con los hombres, tomando más precauciones en la travesía. También buscan hacer un solo viaje, en lugar de dos, para llegar a su destino.

La realidad que viven las mujeres migrantes en el país de destino, la mayoría de las veces no es muy alentadora. En el caso de los servicios de salud, estos pueden ser escasos o deficientes, debido a su situación legal. Por otro lado, al contar en su país de origen con una educación y empleabilidad limitada, al llegar al país de destino, pueden tener trabajos menos atractivos o mal remunerados. Además, su ocupación suele estar en sectores laborales tradicionalmente femeninos, que generalmente son informales y poco regulados, lo que les ofrece poca protección. También tienen menos oportunidades de integración social y participación política.

A pesar de todos los aspectos negativos que se pueden mencionar sobre la migración femenina, también existen aspectos positivos. Las mujeres migrantes pueden ejercer una mayor autonomía sobre sus propias vidas. En algunos casos, encuentran mejores oportunidades en educación y, al migrar, pueden remover los desequilibrios y desigualdades de género, cambiando las condiciones estructurales en las sociedades receptoras. En resumen, la migración también puede proporcionar a las mujeres empleo, ingresos, estatus, autonomía, libertad y más poder de decisión.

Con el aumento de mujeres migrantes, resulta necesario fortalecer el enfoque de género en la migración para comprender mejor las múltiples causas y consecuencias de este fenómeno y cómo puede tener tanto aspectos positivos como negativos para las mujeres migrantes.

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