El trabajo doméstico comprende esa labor invisible que ha sostenido nuestros hogares y la vida de quienes los habitan y a pesar de lo fundamental de su importancia este trabajo ha sido sistemáticamente subvalorado y precarizado, especialmente cuando es realizado por mujeres. Es cierto que con el confinamiento por COVID en 2020, se puso de manifiesto la importancia crucial del trabajo doméstico; sin embargo, esa nueva conciencia no se ha traducido en un mayor reconocimiento o valoración.

Con base en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2023, en México hay 2 millones 485 mil 193 personas trabajadoras del hogar a nivel nacional, representando el 4.2% del total de personas ocupadas. Destacando que 9 de cada 10 personas trabajadoras del hogar son mujeres y con una remuneración mensual en promedio de $4,866.7. Asimismo, la ENOE 2023 reportó que el 69.5% de las personas ocupadas en trabajo doméstico remunerado no recibió ningún tipo de prestación laboral.

Los datos presentados muestran la discriminación y subvaloración que hay hacia las personas trabajadoras del hogar, siendo un problema arraigado en la sociedad a pesar de la importancia crucial de su labor, siendo, a menudo invisibilizadas, enfrentando una serie de desafíos que obstaculizan su acceso a derechos laborales básicos y a una vida digna, pues le trabajo doméstico suele ser considerado un servicio personal más que una ocupación, dificultando su reconocimiento como trabajo y, por ende, la aplicación de normas laborales.

Por otro lado, las labores domésticas han sido asociadas de manera histórica como un trabajo que debe ser realizado por las mujeres, como una extensión natural de los roles femeninos, minimizando su valor económico y social. Y no basto con ello, también las trabajadoras del hogar se enfrentan al clasismo, debido a que suelen ser, en la mayoría de las ocasiones, mujeres de origen étnico, exponiéndolas a una doble discriminación basada en su género y su origen; y en ocasiones hasta maltratos y abusos por parte de sus empleadores.

La discriminación que enfrentan las trabajadoras del hogar ha tenido como consecuencias que cumplan jornadas laborales excesivas, salarios bajos, falta de seguridad social, ausencia de contratos escritos y riesgo de explotación laboral; asimismo, son más propensas a sufrir violencia física, psicológica y sexual por parte de sus empleadores. En cuanto al desarrollo personal también sufren limitaciones por la falta de tiempo libre y la precariedad laboral dificultan su acceso a la educación.

Debido al esfuerzo que implica realizar el trabajo doméstico, es importante visibilizar y valorarlo en todas sus dimensiones. Urge reconocer que las tareas domésticas y de cuidado son fundamentales para el funcionamiento de nuestra sociedad y que quienes la realizan, en su mayoría mujeres, merecen todo nuestro respeto y agradecimiento. Debemos reconocer su valor económico y social remunerándolo adecuada y justamente. Asimismo, es indispensable fomentar la corresponsabilidad en las tareas domésticas y de cuidado para que hombres y mujeres compartan por igual esta carga.

Síguenos en nuestras redes sociales:

Instagram: , Facebook: y X: .

Google News

TEMAS RELACIONADOS