En un país cuya transición democrática tuvo como eje central la ciudadanización, mejora e independencia de la administración electoral, es natural que la materia comicial se entienda como definitoria de la calidad de la democracia. Lo cierto es que este régimen sólo se desarrolla a plenitud cuando el ejercicio de derechos fundamentales se armoniza con un adecuado estado de derecho y con comicios íntegros.

La fórmula no es nueva. Desde los años setenta, Robert Dahl mostró que algunos elementos son condición necesaria para que la poliarquía exista. Es el caso de las libertades de asociación y expresión; del acceso de la ciudadanía a fuentes de información plurales y diversas y de la independencia de las instituciones democrática. Autores y autoras más recientes coinciden en que la calidad de la democracia y la integridad electoral atraviesan, necesariamente, por la satisfacción de derechos civiles, responsabilidad política y, por supuesto, una adecuada acumulación de las preferencias electorales.

Por eso no debe extrañarnos que el pasado Día Internacional de la Democracia, el Secretario General de Naciones Unidas llamó a reforzar la libertad de expresión. Guterres explicó que, cuando las libertades civiles son atacadas se reduce el espacio cívico, se intensifica la polarización y crece la desconfianza.

Su llamado no es gratuito. Hay dos elementos que hacen indispensable discutir la relación entre democracia y libertades de expresión y prensa en la actualidad.

En primer término, es necesario considerar la historia reciente. Hace unos días IDEA Internacional – agencia internacional especializada en elecciones – emitió un Informe sobre el Estado Global de la Democracia. Encontró que la representación política se ha estado erosionando en todo el mundo, derivado de limitaciones a medios de comunicación diversos, plurales y críticos a los poderes en turno. También denunció restricciones que algunos gobiernos han impuesto a quienes expresan opiniones políticas diferentes a las élites dominantes.

Si bien estos declives en las libertades de expresión y prensa se han agudizado en países con problemas de violencia e inseguridad, hay datos de preocupación en los cinco continentes.

En periodos electorales, el pleno ejercicio de estas libertades es fundamental ya que de ahí pende la información con que cuente la ciudadanía al momento de definir el sentido de su voto, así como para saber las circunstancias en que podrán ejercer su voto. No exageran quienes afirman que el voto libre y auténtico está estrechamente ligado a la existencia de un periodismo profesional y libre.

De ahí se desprende una segunda preocupación. Desde hace poco más de una década el debate político se ha visto influenciado por fuentes que deliberadamente buscan confundir a la ciudadanía. El sorprendente resultado del referendo que puso al Reino Unido afuera de la Unión Europea puso de manifiesto la existencia de consultoras que intencionalmente dispersan información falsa en internet. Siembran ideas equivocadas sobre las consecuencias de una eventual decisión electoral.

La Inteligencia Artificial ofrece prometedoras herramientas para detectar la desinformación deliberada. Al mismo tiempo, universidades y académicos de todo el planeta han advertido sobre los riesgos de que esta nueva tecnología pueda ser ocupada para generar artificialmente videos y audios y con ello simular situaciones que no ocurrieron en la realidad.

La conclusión es clara. Para que el avance democrático continúe, el mundo necesita de un ejercicio de las libertades de expresión y prensa intenso. Se requiere un periodismo plural y con fuentes verificadas.

Por eso es de festejar que El Universal abra un nuevo capítulo en su historia, ahora con una edición mexiquense. Sea este esfuerzo la natural consolidación del trabajo realizado para discutir la realidad política de la entidad más poblada del país, así como el inicio de más y mejores opciones de información para la ciudadanía. Enhorabuena.

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