En la era digital, las pantallas digitales son parte de nuestra vida cotidiana. Las y los niños, están expuestos desde una edad muy temprana al uso de teléfonos inteligentes, televisores, tabletas y otros dispositivos tecnológicos, pero ¿cuál es el impacto que tiene esto en su desarrollo?

Si bien, existen aplicaciones y plataformas que ofrecen diversos beneficios educativos, el uso excesivo de pantallas puede tener consecuencias negativas. La exposición prolongada puede llevar a problemas de salud como la obesidad, debido a la falta de actividad física y al sedentarismo, problemas de visión a causa de la denominada «luz azul» que emiten las pantallas de los dispositivos, así como afectación en el ciclo del sueño. Por otro lado, diversos estudios demuestran que también puede afectar el desarrollo social y emocional de las infancias, trayendo consecuencias como la irritabilidad, poca tolerancia a la frustración o aislamiento. La interacción cara a cara es crucial para el desarrollo de habilidades sociales, y el tiempo excesivo frente a una pantalla puede limitar estas oportunidades. Además, los contenidos de violencia o inapropiados a su edad pueden tener un gran impacto negativo en el comportamiento de niñas y niños, por ello la importancia de vigilar el tipo de contenido que visualizan.

En múltiples ocasiones me he percatado que como adultos nos sorprendemos e incluso hasta nos causa gracia, que un niño o una niña a temprana edad ya sabe utilizar perfectamente un dispositivo tecnológico, con expresiones como: “es que ya traen el chip integrado”. Sin embargo, debemos reflexionar sobre su uso excesivo y asegurarnos que la tecnología no reemplace las actividades esenciales para su desarrollo integral. Por ejemplo, en la etapa de la primera infancia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que de los 0 a 2 años no tengan absolutamente alguna exposición a pantallas digitales, mientras que de los 2 a los 5 años, su uso esté limitado a sólo una hora al día.

Considero que la clave está en encontrar un equilibrio; madres, padres y personas cuidadoras de las y los menores, deben establecer límites claros sobre el tiempo de uso de los dispositivos tecnológicos y asegurarse que niñas y niños tengan tiempo suficiente para actividades físicas, juegos al aire libre y sobre todo la convivencia familiar que nos permite guardar y atesorar recuerdos para toda la vida.

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