Actualmente, en muchas partes en el mundo y del país se tiene incertidumbre por los aranceles, el Estado de México no es la excepción, las industrias automotriz, electrónica, agroindustrial, entre otras están en riesgo latente por una disminución en la demanda y la producción. Esta dinámica conduce a recortes de personal en dichas empresas y/o paros técnicos. Así es como México se encuentra en un escenario de un mar picado, de grandes olas y fuertes vientos que presagian un horizonte lleno de preguntas y pocas respuestas. Esto provocado por la guerra comercial entre las dos grandes potencias económicas, Estados Unidos y China con aranceles de más del cien por ciento, algo que suena insostenible.
El presidente estadounidense busca una reconfiguración de las relaciones comerciales de su país con el mundo, centra su estrategia en cambios de corto plazo sustentada en una amenaza arancelaria que su nación puede imponer a los demás países. Esto con la finalidad de atraer la inversión, empleos a su país y con ello robustecer su base electoral. La nación de oriente en cambio se mantiene firme, responde uno a uno los aranceles de su contraparte y sustenta su estrategia en el largo plazo apostando a su tendencia de crecimiento económico e influencia política global.
Todos nos preguntamos y dónde se encuentra el árbitro que logre mediar estos conflictos que crean una distorsión tan grande en los mercados internacionales, la respuesta nos conduce al papel que está jugando la Organización Mundial del Comercio (OMC), desafortunadamente su papel ha sido al momento marginal, no ha logrado cumplir con su función principal que es regular las normas del comercio entre los países, para propiciar un comercio libre y predecible, justo lo opuesto a lo que tenemos hoy en día con mercados inestables y un comercio con una amenaza constante de barreras.
En este escenario, nuestra nación enfrenta desafíos y amenazas, como un aumento desmedido de nuevos aranceles que bloqueen las exportaciones que no se encuentran bajo la protección del T-MEC; la salida de capitales y empresas que buscan evitar las tarifas extraordinarias; la pérdida de competitividad de los productos de exportación. Por otra parte, México tiene oportunidades al contar con una posición privilegiada con su vecino del norte al que no le conviene una región económica débil, insegura o influenciada desde oriente. Por tanto, nuestro país debe fortalecer su conectividad, sus cadenas de valor con mano de obra calificada e impulsar un Tratado de Libre Comercio más extenso con miras a una integración económica regional. Pero, no todas las acciones son con el exterior, al interior se necesita vigorizar el mercado interno con incentivos fiscales para las empresas, reducir las barreras burocráticas, fomentar el consumo local e incentivar los sectores más desfavorecidos para dar un respiro a nuestra economía que apunta a una recesión.
Nos corresponde jugar un papel más activo en las negociaciones con nuestros socios comerciales y reconocer que los aranceles más allá de proporcionar a las mercancías producidas en un país una ventaja o una medida proteccionista en materia de precios con respecto a otras similares que son importadas. Cuando se aplican aranceles indiscriminadamente, traen como consecuencia precios más altos a los consumidores, una inflación más alta, un consumo interno menguado y con ello, los ciudadanos perdemos de uno y de otro lado de la frontera.
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