Siempre he tenido la creencia de que todos los días se aprende algo nuevo; incluso, se aprende de quien menos creemos que podemos aprender algo. Es decir, la vida está llena de saberes y conocimientos que cada uno de nosotros adquirimos a través de los usos y costumbres que se practican en los hogares donde fuimos criados y crecimos.
Todo lo que sabemos de forma natural, como seres humanos, intentamos transmitirlo a las generaciones futuras: hijos, sobrinos, alumnos e incluso a nuestros propios padres. Gracias al gran cambio social que se vive actualmente en México, somos cada vez más conscientes de que también podemos compartir conocimiento con los adultos, y no por ello se les resta autoridad.
Sin embargo, conforme pasa el tiempo, me doy cuenta de que es necesario adquirir nuevos saberes para poder estar a la vanguardia social y contextual. Esto nos lleva a comprender que nuestros conocimientos deben expandirse si queremos mantenernos inmersos en la globalización. Por ello, es indispensable adentrarnos en el mundo de la inteligencia artificial (IA), que ha tenido un impacto profundo y contundente, especialmente en niños y jóvenes.
Si bien la inteligencia artificial promete un mundo mejor, también plantea grandes retos y desafíos para que eso ocurra.
Para mí, no han dejado de ser sorprendentes las constantes actualizaciones tecnológicas que incorporan IA. He tenido que aprender a usarla, empezando por los teléfonos inteligentes, e incluso superar el miedo que genera su uso y la vulnerabilidad que conlleva en cuanto a los datos personales.
Hoy, los hogares se vuelven inteligentes, las ciudades se transforman; la educación, la industria automotriz, la medicina, la agricultura, todo cambia. La cotidianidad de nuestras vidas está impregnada de IA y, dondequiera que miremos, encontramos algo relacionado con ella. Esto hace que la vida se vuelva más sencilla, pero exige un uso consciente, estratégico y supervisado, ya que muchas veces los algoritmos deben ser alimentados con datos precisos para evitar sesgos y resultados no deseados.
Sin embargo, estoy segura de que, al igual que a mí, a muchos de ustedes les ronda en la cabeza la inquietud de si en algún momento las máquinas y los robots llegarán a ser tan inteligentes que los humanos terminemos por perder el control y seamos reemplazados.
Por eso, si queremos seguir siendo parte activa del mundo actual, sin aislarnos de la tecnología —y mucho menos de la IA—, debemos aprender a convivir con ella, involucrarnos y tomar plena conciencia del impacto que implica su uso.
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