A lo largo de los años, el empoderamiento de las mujeres ha crecido considerablemente. Su independencia, fortaleza y confianza en sí mismas han aumentado, transformando la sociedad. Conmemorar el 8 de marzo es importante no solo para las mujeres, sino para toda la sociedad, pues el empoderamiento femenino busca contribuir a una comunidad más justa y equitativa, mejorando así la calidad de vida de cada familia.

Si bien la participación de la mujer en la sociedad ha aumentado con el tiempo —ganando derechos como el voto y el acceso a puestos de toma de decisiones—, hoy existen más espacios para nosotras en ámbitos clave como la política, la economía y la sociedad. Sin embargo, nuestro mayor impacto sigue estando en las familias, el núcleo donde se gestan los valores y decisiones que moldean una sociedad más estable y justa.

Este camino ha estado lleno de luchas, desafíos y triunfos, pero aún queda mucho por hacer. No quiero decir que vamos por el mejor rumbo, pues muchas veces nosotras mismas nos ponemos barreras. A veces, el peor enemigo de una mujer es otra mujer.

Cuando pienso en esta celebración tan importante, reflexiono sobre el significado del empoderamiento. A menudo se habla de “empoderamiento femenino” como si la mujer nunca hubiera tenido poder, mientras que al hombre se le asocia implícitamente con el poder absoluto. Nunca decimos: “ahí va un hombre empoderado”. Entonces, ¿realmente tenemos ese poder ahora? ¿Y en verdad lo queremos?

En muchas ocasiones, luchamos batallas sin sentido contra nosotras mismas. Nos da miedo tener poder, pero la verdadera lucha no es externa, sino interna. Necesitamos reconocernos, valorarnos, amar nuestro cuerpo, nuestra esencia, nuestra historia, nuestro pasado, presente y futuro. Necesitamos empatizar con otras mujeres, apoyarnos y comprender que no se trata de ser superiores a los hombres, sino de ser superiores a nuestras propias inseguridades y limitaciones.

Hoy, las mujeres trans y los hombres gays han ganado visibilidad y derechos, en parte porque nosotras mismas hemos permitido que nuestra voz se fragmente y se debilite con la falta de sororidad. Entonces, ¿qué estamos celebrando realmente?

Nos hemos visto obligadas a desarrollar habilidades que ni siquiera sabíamos que teníamos. Nos reconstruimos día a día para ocupar espacios históricamente dominados por los hombres. Pero también es cierto que nosotras, como mujeres, hemos perpetuado el machismo en nuestros hogares y con nuestras hijas e hijos.

El empoderamiento femenino no es solo responsabilidad de las mujeres, sino de toda la sociedad. Hombres, mujeres, instituciones y gobiernos deben unirse en la lucha por la igualdad de género.

El poder ya lo tenemos. Tenemos el poder de dar vida, de sostener una familia, de cuidar a nuestros hijos y parejas, de trabajar y de hacer todo esto al mismo tiempo. No necesitamos que nos empoderen, porque ya lo estamos. Lo que nos falta es ser reconocidas. Somos poderosas. Somos el sexo del verdadero poder.

Michel Foucault señala que vivimos en una sociedad donde el poder se dirige al sexo, al cuerpo y a la vida misma. “Salud, progenitura, raza, porvenir de la especie, vitalidad del cuerpo social: el poder habla de sexualidad”. En ese sentido, las mujeres tenemos el poder, aunque muchas veces no se nos reconozca.

Nuestra lucha debe centrarse en lo esencial: que no nos maten, que no nos silencien y que no nos limiten. Debemos luchar para garantizar que las mujeres tengan acceso equitativo a la educación, al empleo, a la salud y a la representación política, sin ser utilizadas como una ficha de cambio.

Síguenos en nuestras redes sociales:

Instagram: , Facebook: y X:

Google News

TEMAS RELACIONADOS