A propósito del mes de la mujer y de la falta de respeto que muchas veces existe entre nosotras, he estado reflexionando sobre la pérdida de valores en nuestro país, en nuestros hogares y en la sociedad misma. He pensado en la deconstrucción social y en lo caótico que eso puede ser para la humanidad.

La empatía es una palabra que se menciona con frecuencia en el discurso cotidiano, pero rara vez se pone en práctica.

El respeto es algo que decimos fomentar, pero que muchas veces no aplicamos.

Hoy, las mujeres desempeñamos múltiples roles en la sociedad: somos hijas, madres, esposas, enfermeras, cocineras, abogadas, doctoras, científicas, profesionistas, pero también hay comerciantes y mujeres que se dedican a actividades que, seguramente, no son bien vistas por la sociedad ni por otras mujeres, como el trabajo sexual.

Todos estos roles generan altas expectativas sociales, tanto para los hombres como para las mujeres.

Sin embargo, las mujeres solemos basarnos en los estereotipos culturales y sociales, en el nivel de educación y, sobre todo, en nuestro propio criterio. Es decir, entendiendo el rol de cada una dentro de la sociedad, deberíamos ser empáticas y, por encima de todo, respetuosas entre nosotras mismas, aunque estoy segura de que muchas veces no estemos de acuerdo.

Hoy no sólo somos mujeres que estamos a favor o en contra de otras mujeres. Ahora también existen mujeres transgénero que están rompiendo estereotipos y, entre ellas, se protegen, se apoyan y se cuidan. Actualmente, vivimos en una sociedad diversa que incluye a hombres y mujeres homosexuales quienes nos están enseñando a luchar por causas de forma conjunta.

Nuestra gran capacidad de realizar múltiples tareas al mismo tiempo nos permite ser una pieza clave en la sociedad.

El matriarcado que vivimos en México nos debe permitir adentrarnos aún más en la educación de un mejor país, no sólo para nosotras como sociedad adulta, sino también para los niños y niñas que están absorbiendo una forma de vida.

Nosotras, en nuestros hogares, somos las principales educadoras de nuestros hijos, las mejores cocineras, las mejores protectoras y cuidadoras de nuestras familias. Pero también enseñamos, de forma inconsciente, el machismo y mostramos lo permisivas que podemos ser ante ciertos actos violentos, no porque sean justificados, sino porque los entendemos desde la frustración, el estrés, la educación con la que crecimos o simplemente porque creemos que es lo correcto.

Sin embargo, también las culturas nos han enseñado que debemos romper paradigmas sociales y construir juntas la sociedad que merecemos, queremos y, segura estoy, anhelamos.

Porque si bien las mujeres somos incansables, también solemos ser muy sumisas y permisivas.

Tenemos que luchar y construir un México libre de violencia entre nosotras mismas, un país de respeto, empatía, solidaridad y no discriminación, para que juntas exijamos a la sociedad el respeto que nos merecemos.

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