Los días recientes han estado marcados por las declaraciones realizadas por el presidente norteamericano y la Presidenta Sheinbaum en torno a la relación bilateral México-Estados Unidos, y la aplicación o no, de ciertas medidas comerciales, de seguridad y migración. Resultó muy interesante analizar los mensajes, las afirmaciones y los resultados de las negociaciones, así como los posicionamientos finales de estas negociaciones tan relevantes para la interacción de ambos países.
La narrativa dominante en la discusión pública mexicana fue que la Presidenta tuvo una buena actuación, que permitió contener las amenazas y los amagos del Presidente Trump; además se logró ganar tiempo para redefinir estrategias y seguir avanzando en las negociaciones comerciales. En contraparte, desde la perspectiva estadounidense, tuvo preeminencia la narrativa de que el gobierno mexicano blindará la frontera con 10 mil elementos de seguridad, así como el fortalecimiento de las acciones en materia de migración y de las medidas en contra de los grupos delictivos. ¿Cómo se puede entender que estas dos perspectivas hayan ganado la agenda pública durante los últimos días?
En los trabajos académicos “Evidencia, Argumentación y Persuasión en la Formulación de Políticas” (Majone, 1989) y “La Argumentación Administrativa” (Hood y Jackson, 1991), encontramos elementos que ayudan a entender cómo estas narrativas se posicionaron y permitieron que en ambos países se tuviera la percepción de que resultaron favorecidos con la negociación.
I. Una buena narrativa conecta de manera adecuada la evidencia existente con las conclusiones de los posicionamientos. Parte de este proceso se nutre del uso de inferencias estadísticas, analogías, estimaciones de costos y beneficios. A partir de estos elementos se construyen argumentos que persuaden a un auditorio sobre la verdad de las afirmaciones. Esta construcción de narrativa requiere abrevar también del uso creativo de los elementos que la acompañan. Presentarlos de manera novedosa y autoexplicativa puede ser la combinación perfecta para lograr el efecto deseado en el público objetivo.
II. La argumentación posee un carácter retórico. Las mejores ideas o planteamientos, transmitidos de manera poco emotiva o sin convencimiento, pueden quedarse en elementos áridos que no dominan la discusión pública. Se puede ahondar de manera importante sobre los alcances de la retórica, sin embargo, a lo largo de la historia que el elemento fundamental es la credibilidad. Sin ella, no habrá argumento ni evidencia que logre permear en el ámbito público.
III. Los problemas públicos no son puramente técnicos. La discusión pública se construye a partir de una serie de posicionamientos y argumentos que retoman elementos existentes en la sociedad y se agrupan de tal manera que se estructuran de manera lógica y con un propósito persuasivo.
Estos puntos ayudan a entender cómo las narrativas del presidente y de la presidenta, pudieron dominar la agenda pública. Tocaron elementos sensibles de sus respectivas sociedades, presentaron evidencia de las ganancias obtenidas en la negociación y lograron convencer y ser creíbles con sus respectivos pueblos de la intencionalidad e idoneidad de los acuerdos alcanzados. Sin duda, un acierto.
Bernardo J. Almaraz C.
Académico
@BAlmarazC