Una acción interesante en el mundo de las políticas públicas es cómo algunas acciones son replicadas y difundidas en distintos espacios de orden gubernamental. Es común preguntarse por qué algunos gobiernos adoptan políticas similares y por qué algunas innovaciones de políticas tienen difusión y buscan ser implementadas.
Ahora bien, es interesante entender qué hace que una política pública sea pionera y sea retomada por otras instituciones públicas e inicie un proceso de ser replicada por otras estructuras administrativas (Walker, 1969). Desde la perspectiva académica, la innovación es el atributo más preciado en el actuar público. Contar con la sensibilidad para identificar necesidades sociales, estructurarlas en una acción de gobierno, tener las capacidades para implementarlas y poder construir narrativas poderosas, es el bien más valioso y escaso dentro de la competencia de políticas.
Este contexto resulta relevante por los planteamientos recientes sobre la construcción de sistemas de cuidados que atiendan y respondan a las necesidades que tienen las personas de una institución, particularmente las mujeres. Tres elementos son de interés con esta propuesta de política:
I. Los cuidados no están distribuidos de manera equitativa en la sociedad. Es decir, las mujeres asumen, en promedio, más responsabilidad sobre la condición de cuidadoras. Son quienes cuidan a las infancias, personas enfermas o adultos mayores. Esta condición está sustentada en un rol social que históricamente se ha cargado a las mujeres y en el cual se asume que son ellas quienes deben atender estas tareas.
II. Los cuidados en México tienen rostro de mujer. De acuerdo con datos del INEGI, cerca de 32 millones de personas brindan cuidados; de este total, el 75% son mujeres y sólo el 25% son hombres. Es decir, de manera abrumadora, las personas cuidadoras en México, son mujeres.
III. Los cuidados limitan las posibilidades de desarrollo personal y profesional. Al hacer el comparativo específico entre hombres y mujeres que sí generan cuidados, las mujeres en México, entre los 20 y 59 años, dedican, en promedio, 39 horas semanales de cuidados, mientras que los hombres sólo lo hacen 30 horas. Esta diferencia tiene impacto en el desarrollo profesional de las mujeres, pues limita su posibilidad de enrolarse en proyectos que les reclamen más tiempo o que puedan dedicar tiempo al autocuidado o al esparcimiento.
Frente a esta situación, la propuesta de proponer un sistema de cuidados resulta novedosa y atractiva para la sociedad en su conjunto. No sólo por el impacto de aligerar la carga de cuidados, que claramente es inequitativa, sino por la justicia intrínseca que abona al crecimiento y desarrollo personal de las mujeres.
De manera concreta, este sistema de cuidados no ha podido ser establecido en el país, ni en nuestra entidad federativa. No obstante, un primer esfuerzo pudiera hacerse en instituciones públicas relativamente pequeñas, en las que se puedan apreciar sus efectos y alcances, un claro ejemplo podría ser una institución educativa.
Lo importante será dar el primer paso. De hacerlo, se estará planteando una acción inevitable de promoción de la equidad y la igualdad, que no tardará en replicarse. Ojalá exista pronto una institución que dé el primer paso y con ello comience la difusión de esta inaplazable política.
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