La toma de protesta del nuevo presidente de los Estados Unidos ha generado una impresionante ola de artículos, comentarios y alarmas sobre la interacción entre ambos países. Sin duda, los señalamientos del presidente norteamericano no pueden tomarse a la ligera. Sin embargo, resulta imperioso dimensionar la enorme agenda bilateral, sus implicaciones y a partir de ello poder delinear acciones prudentes y sensatas que conduzcan a México a una condición provechosa en el nuevo marco de relación institucional de ambos países.

Retomo para este artículo algunos de los puntos más relevantes de una publicación realizada por el Instituto México (@MexicoInstitute) del Wilson Center (@TheWilsonCenter). Dicha publicación, denominada “Retos y Recomendaciones para la Relación México-EE.UU.” apunta claramente sobre dónde plantear estrategias para afrontar la nueva realidad binacional. La publicación incluye seis temáticas, seguridad, aplicación del T-MEC, energía, migración, gestión del agua y democracia. Por cuestión de espacio, retomaré sólo las primeras dos.

I. Seguridad. Es claro que en el gobierno norteamericano existe una preocupación sobre el desempeño que nuestro país ha tenido en relación con los grupos de la delincuencia organizada. No obstante, el actual gobierno de México ha dado señales de su interés por fortalecer sus capacidades de seguridad y reforzar sus esquemas anticrímenes con un enfoque basado en la inteligencia. Esta nueva postura del gobierno mexicano debería ser una oportunidad para replantear la colaboración. Reconocer la complejidad de los grupos de la delincuencia organizada, cómo han diversificado sus redes y actividades y cómo ello puede afectar a los Estados Unidos. Por otro lado, es apremiante convencer a las autoridades del país vecino, que el riesgo a su seguridad no es México; sus riesgos están en otras latitudes y otros intereses. El fortalecimiento tecnológico y de inteligencia entre ambos países ayudaría a neutralizar esos riesgos y no colocar a México como el centro de las alertas. Esto último incluye colaborar en el combate al lavado de dinero y a la recopilación de información financiera de los grupos de la delincuencia organizada.

II. T-MEC. A partir de su entrada en vigor en julio de 2020, el comercio de bienes y servicios en América del Norte ha aumentado en 50 por ciento y la inversión en empresas nuevas y ampliadas se ha incrementado en más de 130 por ciento. Algunos elementos de riesgo son las controversias en temas agropecuarios, la industria automotriz, energía e impuestos a servicios digitales. Sin embargo, estas disputas no debieran dejar de lado que el riesgo que hoy se enfrenta, en términos económicos y comerciales, no está en nuestra región, sino allende las fronteras, primordialmente en Asia. Por lo anterior, la revisión del T-MEC programada para 2026 deberá priorizar el fortalecimiento de la competitividad de América del Norte. Cualquier debilitamiento o pérdida de competitividad en esta región representan oportunidades para los competidores comerciales. Nuestro país requiere una perspectiva pragmática más que ideológica, en estos momentos. La armonización regulatoria y el fortalecimiento del estado de derecho, aunado a una sólida certeza legal, permitirán afrontar las negociaciones del tratado de mejor manera. México a su vez, podría poner sobre la mesa la importancia del desarrollo de infraestructura; sin una estrategia trilateral de inversión y financiamiento, la región no podrá alcanzar una modernidad mínima en puertos, carreteras y redes digitales.

Sería deseable sensibilizar a personas tomadoras de decisión sobre la importancia de esta relación bilateral. La cooperación es el mejor resultado para ambas naciones y para la atención y resolución de los grandes problemas comunes que conlleva nuestra coexistencia geográfica, cultural, demográfica y económica.

Síguenos en nuestras redes sociales:

Instagram: , Facebook: y X: .

Google News

TEMAS RELACIONADOS