La interacción pública, las decisiones públicas y las determinaciones organizacionales, no son una simple decisión que aspira o busca ser racional, que se entrelazan de manera automática para llevar hacia un resultado esperado.
Como lo señala Guillermo Cejudo (2008), en el ámbito de las políticas públicas, el discurso, la forma de decir las cosas, importa más allá del elemento retórico. Limita y determina el contenido de la acción pública, la moldea y le acompaña durante sus distintas fases de evaluación.
En este sentido, entender porqué los discursos y las palabras intervienen y afectan los problemas públicos se vuelve relevante para entender mejor la realidad social. A continuación, presento algunos elementos a considerar.
I. Las palabras son representaciones mentales. En este sentido, la interacción humana requiere construir significados compartidos, que permitan orientar la acción colectiva hacia un mismo rumbo. Las palabras crean significados, que se vuelven rutinas y que regularmente son institucionalizados en el marco social.
II. Los discursos moldean la realidad. Es común pensar que la argumentación sólo es cuestión de integrar de manera adecuada las palabras. Sin embargo, no es un asunto de cómo acomodar palabras, por el contrario, los discursos, si buscan ser efectivos, deben contener elementos de poder y de persuasión. Estos atributos hacen la diferencia entre una intervención simple y un discurso, una narrativa que acompaña la determinación social.
III. Los discursos compiten. Al ser instrumentos de legitimidad, de mostrar qué es correcto o no en un entorno colectivo, las palabras buscan tener la mejor definición de las lógicas sociales. Son una forma de entender y comprender la realidad, así como de validar cuáles son las actitudes y valores a priorizar. Al competir, los discursos reflejan identidades y objetivos, así como estrategias para dominar en la sociedad.
De esta manera, la acción pública se basa en la construcción de historias causales, que pueden dotar de orden y sentido a una realidad compleja y contingente. Así, cuando leemos o escuchamos un discurso, es relevante preguntarnos por qué las políticas van más allá de una simple razón técnica, de diseño o de implementación.
El elemento primordial de un discurso es su aceptación. Es decir, reconocer que en la forma en la que se plantea, existe apertura de una audiencia para tomarlo como válido. Además de la aceptación, se espera que haya algún tipo de impacto en el público objetivo. Es decir, que a partir del mensaje se pueda ajustar o modificar ciertas actitudes o comportamientos.
El contenido técnico es la base para el discurso, pero nunca es suficiente para transmitir la justificación de una decisión, ni el consenso sobre que dicha decisión sea correcta. La clave está en la confiabilidad de quien transmite el mensaje. El mejor mensaje en un orador poco confiable, no tendrá ningún efecto. Por el contrario, prácticamente cualquier mensaje puede resultar efectivo si quien lo transmite goza de credibilidad y respetabilidad en quien lo escucha.
He ahí la razón de porqué, al final del día, la política está hecha de palabras y de una estrategia de argumentación. Identificar a un transmisor adecuado para cada mensaje es la diferencia entre una acción pública exitosa y una que no lo es.
Síguenos en nuestras redes sociales:
Instagram: @eluniversaledomex, Facebook: El Universal Edomex y X: @Univ_Edomex.