La fiebre “Estilo Ghibli” ha terminado. Las críticas sobre grandes cantidades de agua requeridas para cada imagen han terminado; se reporta el consumo de 216 millones de litros, para ser exacta. Las reflexiones sobre las implicaciones de facilitar los biométricos a chatGPT han terminado. Los memes de Homero Simpson cuando entra a un bar lleno de personajes ghibli han terminado. Las cavilaciones sobre el arte vs Inteligencia Artificial han terminado. Las “ilustraciones” quedaron en el archivo de “historias”. La vida siguió su curso. Las demandas por plagio están vigentes.

El mal pintor: corazón amortajado,

indignación de la gente, provoca fastidio,

engañador, siempre anda engañando.

No muestra el rostro de las cosas,

da muerte a sus colores,

mete las cosas en la noche.

Pinta las cosas en vano,

sus creaciones son torpes, las hace al azar,

desfigura el rostro de las cosas

Lo que no debería dejarse en el olvido es la discusión sobre qué nos hace humanos. Para el pensamiento nahua, poseer rostro y corazón (in ixtli in yolotl) otorgaba la esencia humana. Podemos entender que Ixtli, rostro, representa los valores que ostentamos y nos hacen convivir en armonía con los otros miembros de la comunidad. Yolotl significa tener una esencia divina/sagrada, quizá equiparable a la idea del alma. Siempre he pensado que, en gran medida, el arte nos hace realmente humanos, es lo que nos conecta con el corazón, con lo sagrado; nos hace sentir/pensar/reflexionar/confrontar aquello que no sabíamos que podíamos sentir/pensar/reflexionar/confrontar.

Hayao Miyazaki, cofundador de Studios Ghibli, en una entrevista de 2017, declaró que la IA no puede comprender la experiencia humana, como el dolor, y que el arte creado con ella carece de alma. Es como si los seres humanos estuviéramos perdiendo la fe en nosotros mismos. Miyazaki defiende el trazo a mano como forma de pensamiento, así como los tlacuilos nahuas.

El pintor: la tinta negra y roja,

artista, creador de cosas con el agua negra.

Diseña las cosas con el carbón, las dibuja,

prepara el color negro, lo muele, lo aplica.

El buen pintor: entendido, la esencia creadora en su corazón,

diviniza con su corazón a las cosas,

dialoga con su propio corazón.

Conoce los colores, los aplica, sombrea;

dibuja los pies, las caras,

traza las sombras, logra un perfecto acabado.

Todos los colores aplica a las cosas,

como si fuera un tolteca,

pinta los colores de todas las flores.

Y quizá, como sucedió con el arte pictórico mesoamericano, comenzaremos a vivir una nueva colonización del imaginario, pero ahora por parte de la IA.

Nota: Poema perteneciente al Códice Matritense de la Real Academia folio 117v.

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