Hace un par de días llegó la notificación de un recuerdo a mi Facebook, ya saben, esas fotos que subimos años atrás y que, a veces, no quisiéramos traer a la memoria; pero en esta ocasión sí fue sobre un momento digno de ser contado y fue cuando asistí con mi amiga Norma al desfile del Día de Muertos de la Ciudad de México. No niego que resultó emocionante ver pasar las grandes calaveras, más otros elementos de esta tradición que llamaron mi atención y que les compartiré de a poco, no sin antes mencionar la cantidad de memes que aparecieron en el feed sobre esta tradición inventada, que se reproduce ya en varias ciudades del país y que no solo nos refleja lo flexible que puede ser la muerte en México, sino lo maleable que es la sociedad.
Para entrar en materia es imperioso recordar que el Día de Muertos no es una continuidad socio-religiosa del mundo mesoamericano, es una fiesta cristiana creada por el papa Gregorio IV en el siglo IX y encontró la amalgama perfecta con la festividad nahua, Tepeilhuitl, cuyos rituales se llevaban a cabo a finales de octubre para celebrar la cosecha y la proximidad del invierno. Se rendía culto a los cerros y a los ancestros, ofreciéndoles alimentos. El otorgar comida a los difuntos obedecía a la creencia de que no estaban socialmente muertos y, por tanto, padecían hambre.
Una característica de las naciones indígenas es que explican su realidad a través de narraciones que nos ayudan a comprender el mundo que nos rodea. De esta guisa, en algún momento de mi andar por caminos mexiquenses, me encontré con Francisco Martínez Lorenzo, originario de San José del Rincón, quien me contó una historia sobre la importancia de las veladoras en Día de Muertos.
La noche del 31 de octubre, un joven regresaba de su trabajo, en la senda cerca del panteón escuchó murmullos y vio a las almas encaminándose hacia el pueblo. Entre la bruma, logró divisar a su papá y hermanos, quienes lloraban desconsolados pues no veían el camino a casa, además tenían hambre. El joven quedó asustado y preocupado al ver a su familia tan desconsolada. Cuando llegó a casa, le dio a su mamá el dinero necesario para comprar pan, comida, pulque y veladoras y así, sus ancestros podrían llegar al altar a saciar su hambre.
Esta escena nos conecta inmediatamente con las imágenes de velación en los panteones, como el de Calixtlahuaca o Toluca, cuyo panteón aún se encuentra en las inmediaciones de una de las capillas más antiguas de la región. Cientos de cirios iluminan todo el espacio, las familias se disponen a pasar la noche para esperar a sus ancestros. Afuera del panteón, puestos de comida se extienden por las calles, hay música, risas, turistas mexicanos… y no tanto, que van a conocer las costumbres mexicanas.
Las almas desean saciar su hambre, nos cuenta la historia. Recordemos que los dioses y los difuntos solo comen esencia, de ahí la creencia de que, al recoger los alimentos de las ofrendas, han perdido su sabor. Los muertos regresan con la barriga llena.
El Día de muertos se ha convertido en una dimensión nacionalista a través de la cual se pretende fortalecer la identidad mexicana y, aunque es un festejo presente en todas las capas de la sociedad, posee dimensiones distintas en el campo, la ciudad, en el norte, en el centro y en el sur del país.
Y no crean que me he olvidado de James Bond o de la película de Spectre estrenada en 2015 o de los memes generados al respecto o de los desfiles de Catrinas o de… una serie de tradiciones aparentemente inventadas, pero me era importante hablar sobre el tema del Día de Muertos antes de aterrizar en James Bond huyendo por las calles de la gran Ciudad de México, mientras la gente festeja a la muerte.
Y todo este movimiento de la escena en cuestión trae a mi memoria que no podemos negar que los seres humanos somos movimiento constante, no hemos dejado de ser nómadas y en este ir y venir, el Estado de México se ha conformado gracias a la migración interna. En esta segunda década del siglo XXI y con casi 17 millones de habitantes, el Edomex resulta ser uno de los laboratorios poblaciones más interesantes de México. Y esto fue lo que llamó mi atención hace años al mirar el desfile, pero de eso, les hablaré la próxima semana.
Espacio de reflexión decolonial sobre el mundo mesoamericano y las naciones indígenas del siglo XXI.
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