El que sepas una letra, te quita lo ignorante
Pocos son los poemas o frases que he aprendido de memoria y, entre esas pocas, se encentran unas palabras de Clarice Lispector, palabras que me han dado sentido: Estoy escribiendo porque no sé qué hacer de mí, es decir, no sé qué hacer con mi espíritu. Y yo, escribo por eso, pero ¿por qué se escribe literatura, periodismo, filosofía, matemáticas? Podríamos encontrar miles de respuestas y, estoy segura, existen varios libros dedicados al fino arte de explicar por qué escribir, por el momento, me concretaré a decir: se escribe para ordenar nuestros pensamientos, dar significado al caótico mundo en que vivimos; para dejar testimonio de quiénes somos, en lo individual y en lo colectivo.
Quizá, como habitantes del siglo XXI, tengamos la percepción de que la escritura es el canal de comunicación central, sin embargo, es imperioso recordar que esta práctica de fijar la información es muy joven, ya que, el escrito más antiguo tiene apenas 6mil años, mientras que el Homo Sapiens camina por esta tierra desde hace 40mil años, aproximadamente.
Mientras tecleo estas palabras, viene a mí un pensamiento: estamos dejando a la IA la tarea de escribir y, por tanto, de organizar nuestro universo, ¿qué será, entonces de los pensamientos, sentimientos, ideas netamente humanas? Mas estas cavilaciones deberán tener lugar en otro momento y quizá en otro espacio.
Se le ha dado tanta importancia a la escritura, a tal grado de denominarla marca civilizatoria y, desde ahí, catalogar a cientos de pueblos en el mundo como ágrafos, término que disuelve por completo la importancia de la oralidad y de la memoria como mecanismo de transmisión de conocimientos; transformando así, las letras en un ejercicio de poder y por tanto de dominación. Cabe destacar que, durante La Colonia, la escritura fue vista como parte del proceso de blanqueamiento y, por tanto, de la desindianización. Aunque no es posible dejar de mencionar que varios intelectuales indígenas utilizaron la escritura como el arma para defender sus derechos.
Fue gracias al trabajo del Instituto Lingüístico de Verano, en los años 60 y 70 del siglo pasado, que muchas lenguas indígenas, no solo de México, sino del mundo entero pudieron “ver transformadas” sus palabras orales en grafías. A partir de la labor de los integrantes de este movimiento religioso, hoy podemos encontrar textos escritos en mazahua, hñähñu, tu’un savi, matlazinca y en las lenguas indígenas vivas. Es importante apuntalar que fue el nahuatl la primera en plasmarse en abecedario latino. Así, encontramos documentos importantes, como el Códice Florentino escritos es castellano y náhuatl.
Y quizá la pregunta flote entre líneas, ¿los pueblos mesoamericanos escribían? Indiscutiblemente la respuesta es sí, solo que tenía un carácter simbólico, así, naciones, como la maya poseían, una escritura logosilábica, mientras que otras culturales expresaban sus conocimientos mediante pictogramas, ideogramas, formemas y fonogramas. Al hablar de escritura forzosamente tenemos que tocar el tema de la lectura que en los pueblos mesoamericanos era una práctica que se entremezclaba con la oralidad.
Y si los pueblos mesoamericanos escribían, el vocablo para designar dicha actividad es ilhuia, cuyo significado es hacer luz y está relacionado con el día, con dar luz a todo lo existente, con ordenar nuestros pensamientos, dar significado al caótico mundo en que vivimos; para dejar testimonio de quiénes somos, en lo individual y en lo colectivo.