Todo es movimiento en la escena: gente disfrazada camina por las calles, grandes calaveras desfilan, la música inundada de percusiones domina el ambiente ámbarfeliz. Él, con su impecable trajesqueleto, entra al hotel de la mano de una bella dama coronada de flores, suben las escaleras; la fiesta continua, las percusiones se fusionan con “La llorona”, mientras ellos se pierden en un cuarto. Él, James Bond, deja a la chica sobre la cama para escapar por la ventana y perderse por los techos, mientras la celebración sigue su curso en la calle. Él, con el arma bajo el brazo, camina sin prisa… ajeno al jolgorio del Día de Muertos… ajeno a los colores, a las gigantescas ofrendas, a la vida que transcurre metros abajo.

Han transcurrido casi diez años y las críticas continúan sobre este desfile inventado, más no podemos negar que es una de las tradiciones urbanas más importantes de la última década. Después de esa película, hicimos zoom in a la fiesta y la perfeccionamos año con año. James Bond quedó atrás, en el olvido, en esa ventana donde un par de italianos brindaban por la muerte.

ATENCIÓN a la afirmación: t r a d i c i ó n u r b a n a

Todo es movimiento en las calles y no es posible negar que los seres humanos somos movimiento constante, no hemos dejado de ser nómadas y en este ir y venir, el Estado de México se ha conformado gracias a la migración interna. En esta segunda década del siglo XXI y, con casi 17 millones de habitantes, el EdoMéx resulta ser uno de los laboratorios poblaciones más interesantes de México. Debido a esta dinámica migratoria, el territorio mexiquense está habitado por indígenas pertenecientes a las 68 naciones originarias, quienes, al momento de abandonar sus lugares de origen, cargan consigo sus costumbres y tradiciones, las cuales sufren modificaciones por la dinámica de vida en la zona conurbada. Por ejemplo, es posible encontrarnos con la Huasteca chilanga, resultado de la interconexión y reconocimiento de los diferentes actores que conforman la cultura huasteca en el resto del país.

Seguramente, en este punto ustedes se preguntarán qué relación existe entre James Bond, la migración urbana de las 68 naciones indígenas y el desfile “inventado”: La resignificación, sería la respuesta.

Regreso al desfile que presencié, hace un par de años, en compañía de mi amiga Norma.

Nuestro punto de encuentro fue la explanada del Metro Insurgentes, era el lugar más estratégico para caminar a Reforma y buscar el mejor sitio para apreciar los contingentes y claro está, las enormes calaveras donadas por la producción de Spectre a la CdMX -al menos eso cuenta la leyenda urbana.

Una vez instaladas en el idóneo espacio, nos dispusimos a observar. Sí, todo era/es una fiesta. Contingentes de bailarines, patinadores… de tlacololeros danzando al ritmo de una flauta y un tambor, golpeando el pavimento con látigos y cadenas; sus rostros ocultos detrás de grandes máscaras y sombreros de paja llenos de flores. Otro contingente de hombres viene gritandocantando sonidos similares a las aves; mientras avanzan, corren en círculos al ritmo marcado por un teponaztle, detienen su carrera y lanzan sus gritocantos, ellos son los hombres de viento, los cotlatlatzin.

Tanto los tlacololeros, como los cotlatlatzin son parte de importantes danzas nahuas de la sierra de Guerrero, relacionadas con la petición de lluvia. Si bien es cierto, en la CdMx la lluvia ya no es trascedente para las cosechas (pero sí, para la dinámica cotidiana), cualquiera pensaría que este tipo de rituales quedarían en el olvido, sin embargo, no es así. Acontecimientos, como este desfile, son el “pretexto” para resignificar, para salir a las calles y reafirmar la identidad indígena que ha migrado a la zona conurbada y a la CdMx, para decir “aquí estamos”

Si me preguntan, es lo que más recuerdo del desfile, las monumentales calaveras, donadas o no, quedaron en un segundo plano, así como deberían quedar las críticas sobre esta tradición inventada, pues, al menos desde mi perspectiva, se ha convertido en la ventana de la realidad indígena-urbana del México del siglo XXI, donde todo es movimiento.

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