A lo largo de las últimas semanas, los diarios de todo el país se han inundado de noticias relacionadas a la política arancelaria de Estados Unidos, la caída en las remesas que llegan a nuestro país como parte del trabajo de connacionales radicados en el extranjero, las limitaciones que tendrá el crecimiento económico de México, e incluso las posibilidades de una recesión económica y el impacto que traerá en los ingresos y gastos de todos nosotros.
Las crisis, como sabemos, son momentos de tensión, de angustia, de incertidumbre, pero son también tiempo de oportunidades y de toma de decisiones y si estas se toman con determinación y visión son agentes de cambio en positivo.
En este sentido la crisis que nos acecha nos lleva a voltear a uno de los sectores que para México ha sido no sólo un salvavidas, sino una joya que mostrar al mundo: El turismo.
Con una aportación de más del 10% del Producto Interno Bruto, el turismo representa la riqueza natural del país, pero también su amplio potencial gastronómico, cultural y el desarrollo de experiencias para México y para todo el mundo.
Este sector, visto en muchas ocasiones como poco significativo, representa más de 5 millones de empleos permanentes en el país, el segundo lugar en el ingreso de divisas a nivel nacional, la principal fuente de ingresos para muchas localidades y hoy se establece, no sólo como una gran oportunidad que aprovechar, sino como un tema pendiente de justicia, reconocimiento y desarrollo.
Tan sólo en el último año, a nuestro país llegaron 44 millones de turistas internacionales con una generación de divisas por 33 mil millones de dólares, cifras nada despreciables, pero que pueden ser mucho más con la toma de decisiones adecuadas.
Hablemos ahora del Estado de México, nuestra tierra, nuestro terruño... 12 pueblos mágicos, 23 pueblos con encanto, 18 zonas arqueológicas, seis corredores turísticos y un tesoro indiscutible en el país: la gastronomía mexiquense.
Hongos, chiles, diversos tipos de maíz, frijoles, calabazas, tomates, carnes, quelites, moles, conservas, panes... alimentos y bebidas con raíces otomíes, nahuas, mazahuas, tlahuicas y matlatzincas sabor, cultura y amor en cada bocado.
Alimentos que se pueden degustar perfectamente en rincones alejados del Estado de México, en pequeñas cocinas que conservan la tradición culinaria de nuestra tierra y el sabor inigualable de las abuelas, riquezas que además están siendo reproducidos en restaurantes de alta categoría de toda la entidad y están a la altura de cualquier paladar exigente nacional o internacional.
La gastronomía de nuestra tierra es motivo de visita, es lugar de encuentro, es el medio para llegar a todo el mundo y es una fuente de riqueza y bienestar que no podemos soslayar... es tiempo de reivindicar su lugar en nuestra historia.
Para nadie es un secreto que el turismo gastronómico es una fuente de riqueza y de cultura y ante los tiempos de crisis, sacar lo que sabemos hacer mejor, potenciar aquello que nos ha dado prestigio en el mundo y compartirlo, es no sólo una excelente opción, si no es un llamado permanente a reconocer lo que nos da identidad.
Tiempos de crisis son también de oportunidad, pero las oportunidades siempre deben estar acompañados de acción, es momento de que las herramientas, campañas, fideicomisos, recursos previstos para la promoción se activen al máximo y juntos consigamos demostrar al exterior lo que nosotros sabemos... que somos una tierra rica llena de colores, sonidos y sabores.
Diversos sectores económicos sacan avante la economía y el desarrollo del país y quienes hemos hecho de la cocina y la cultura nuestra forma de vida no nos quedamos atrás, es tiempo de pensar fuera de la caja y echar mano de todo lo que tenemos.
Al fin y al cabo, no hay pan que por bien no venga.
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