En febrero de 1980, seis jóvenes deportistas iniciaron la primera expedición mexicana al Himalaya. El objetivo era escalar una montaña de más de 8 mil metros de altura y colocar en su cima nuestro lábaro patrio y el banderín de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Aquella proeza marcaría un antes y un después en la historia del montañismo nacional.

Debe considerarse que hace 45 años no existía la tecnología y los recursos que ahora nos podrían resultar habituales al momento de encarar un ascenso de semejante proporción. Basta comparar dos fotografías que abarquen ese periodo de casi medio siglo para advertir la evolución extraordinaria, lo mismo en lo que se refiere al equipo y a la vestimenta, como en la disponibilidad de información y los medios para comunicarse.

Todo comenzó cuando la UNAM convocó a participar en la conmemoración del 50 aniversario de su autonomía. Entre las diferentes propuestas, destacó la de realizar un primer ascenso al Himalaya presentada por el equipo de alta montaña de la máxima casa de estudios. La expedición fue bautizada como “Pumas al Himalaya”, y como líder se nombró a José Manuel Casanova Becerra, quien había sido uno de los fundadores de la Asociación de Montañismo de la propia universidad en 1972.

El propio Casanova Becerra se encargó de reclutar a Lucio Cárdenas González; Hugo Saldaña Meneses; Alfonso Medina Rubio; Marco Antonio Cortés Ávila y a Hugo Delgado, quienes eran parte del equipo de alta montaña de nuestra máxima casa de estudios. El grupo fue sometido a diferentes pruebas médicas y psicológicas; todos tenían experiencia en ascensos previos, tanto en Sudamérica (Perú), Norteamérica (Estados Unidos y Canadá) y Alaska. No eran improvisados.

Un dato adicional: en esa época, el gobierno de Nepal otorgaba únicamente dos permisos al año para intentar subir a cualquiera de sus ocho montañas con más de 8 mil metros de altura. En contraste, en el 2024, solamente para el Everest autorizó 478.

Así, los jóvenes universitarios lograron autorización para escalar el Kanchenjunga Oeste (8 mil 586 metros), la tercera cumbre más alta del mundo, detrás del K2 (8 mil 611 metros) y el mencionado Everest (8 mil 848 metros). La expedición duro tres meses, pues llegar al campamento base les tomó 28 días, y ahí se mantuvieron durante mes y medio, a más de 5 mil metros de altura.

Enfrentaron también una huelga de “porteadores”, que son las personas contratadas en la región para apoyar con la carga del equipo y comida, así como diferencias con un equipo alemán durante el ascenso, debido a reiterados descuidos técnicos que ponían en riesgo la vida de los mexicanos.

El desafío que representó la montaña de “los cinco tesoros de las nieves”-que sería la traducción de Kanchenjunga, debido a los cinco picos que le caracterizan-, independientemente de su desenlace, representó un parteaguas en la historia del montañismo mexicano. En su momento, fue incomprendida y mal juzgada. Pero con el paso del tiempo, se ha acreditado su valor como una hazaña auténtica.

Por ello, el llamado de la montaña, esta semana, les invita a conocer la historia completa, a través del documental: “Yalung Kang. Pioneros de la montaña”, dirigido por Verónica de la Luz, el cual está disponible en línea y de forma totalmente gratuita.

Brújula.- Hablando de proezas… El legendario alpinista español Carlos Soria, a sus 86 años, coronó esta semana el Aconcagua (6 mil 962 metros), la cima más alta de América. Echó mano de un video de poco más de 90 segundos -grabado por uno de sus acompañantes-, para gritar a los cuatro vientos que, a pesar de las lesiones y las operaciones, su amor por las montañas sigue intacto. ¡Épico!

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