En esta ocasión, me referiré a Peña de Bernal, uno de los sitios más representativos para la escalada y el senderismo nacional. Tan es así, que se toma como referencia el primer ascenso deportivo de Otis McAllister, en 1923, como el inicio de tales actividades en nuestro país.
Además, por tratarse del tercer monolito más grande del mundo (con una altura de 350 metros desde su base y 2510 metros sobre el nivel del mar), y poseer una vasta riqueza histórica, ha sido destino de interés turístico permanente.
Ubicada en el poblado de Bernal (palabra que significa “peñasco” o “roca” en vasco), municipio de Ezequiel Montes, al oriente del estado de Querétaro, Peña de Bernal bien puede ejemplificar lo que ocurre, actualmente, con aquellos espacios en donde conviven montaña -entendida como una gran elevación natural del terreno-, arraigo comunitario y amplia vocación turística: daño creciente al medio ambiente, posturas encontradas entre sus habitantes y una comercialización excesiva e irregular.
Por ello, desde enero del 2024, las autoridades del ayuntamiento restringieron el acceso para escalar y hacer rapel completamente en la cara sur; ascender a la cumbre por cualquier ruta, junto con prohibiciones como acampar y abrir brechas o nuevos senderos, por citar algunas; además de otras de carácter general: no introducir y/o ingerir bebidas alcohólicas, no tirar basura ni llevar vasos y platos de plástico, etcétera.
En cuanto al aspecto cultural, Peña de Bernal ha sido históricamente un lugar sagrado para el pueblo otomí-chichimeca, cuya relación -no solo con el monolito, sino también con los cerros del Zamorano y el Frontón-, los lleva a peregrinar a esas elevaciones para recibir protección divina, honrar a sus antepasados y enaltecer su identidad. Incluso, existe un calendario de festividades comunitarias a lo largo del año, la mayoría de ellas centradas en el agua, un recurso natural escaso, debido al clima de la región, que dan cuenta de su respeto ancestral por la naturaleza.
Falta mencionar el impacto económico que gira en torno al impresionante monolito, pues al estar catalogado como Pueblo Mágico, su oferta gastronómica, arquitectura colonial, festividades, así como las “actividades de aventura”, lo han consolidado como “el destino ideal en el corazón de Querétaro”; según algunas cifras, cada fin de semana recibe a 15 mil paseantes y, cuando se dan los “puentes”, pueden llegar a los 60 mil. De hecho, el equinoccio de primavera se ha convertido en el pretexto inmejorable para acudir masivamente a “recargar energía”.
En un primer momento, la comunidad de escaladores y el ayuntamiento analizaron la posibilidad de establecer, conjuntamente, un reglamento. El rumor de que aumentaría el precio para el acceso a la peña agudizó el descontento. De nada sirvió argumentar que lo recaudado sería para invertir en la preservación de la zona y que las restricciones eran temporales.
Lo cierto es que, la falta de voluntad e indecisión para alcanzar un reordenamiento de las actividades de escalada y senderismo; la necesidad de una reglamentación que haga frente al comercio informal, así como el pleno reconocimiento de los usos y costumbres de los pueblos indígenas en la zona, mantienen a Peña de Bernal en la incertidumbre.
El llamado de la montaña, esta semana, hace eco de las palabras de la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, quien señaló: “Venimos hace muchísimos años intentando llamar la atención, no es posible la humanidad si no tenemos una nueva relación con la madre naturaleza”.
Brújula.- Esta semana, el rumbo informativo nos ubica en Nuevo León, donde las autoridades de protección civil acudieron al Congreso local, para exponer lo caro que puede ser auxiliar a escaladores y senderistas incluso, en algunos casos hasta con aeronaves. Pidieron que se valore la posibilidad de legislar algún tipo de sanción, en caso de prestar ese tipo de rescates.
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