Como cada seis años, comienza a escribirse una nueva historia en México que arranca con mayor o menor incertidumbre sobre el rumbo de las decisiones presidenciales y cómo afectará en este caso, el rumbo que elegirá la primera presidenta de México.

Uno de los primeros asuntos en el tintero que dejará ver la sensibilidad en la toma de decisiones es la discusión e implementación de la tan discutida reducción de la Jornada Laboral… Como en cualquier política habrá quien pierda y quien gane.

En su toma de protesta la presidenta Claudia Sheinbaum habló de la semana laboral de 40 horas, un compromiso que es parte de su documento 100 pasos para la transformación, que implica una reforma constitucional que incluye un día adicional de descanso, es decir, semanas de trabajo de 5 días con jornadas de 8 horas.

La preocupación y las dudas no se hicieron esperar, ¿Qué implicaría una reforma de esta magnitud? ¿Cómo se puede llevar a cabo sin crear un caos en lo económico y político? Ajustar operaciones, enfrentar costos laborales crecientes, o en el peor de los casos, recortar personal. ¿Qué va a suceder con las pequeñas y medianas empresas que enfrentan un panorama con mayor competitividad?, son preguntas que se tendrán que responder eventualmente.

Sin embargo, ese histórico 1 de octubre, la presidenta de México, dio un mensaje que alumbra y da cierta tranquilidad en cuanto a la forma en que se llevará a cabo este cambio.

“Estoy segura de que lo vamos a lograr, en acuerdo con las y los empleadores iremos alcanzado paulatinamente en el sexenio la semana de 40 horas”

Fue un enunciado breve en su discurso, una frase precisa, un enfoque gradual para aplicar este cambio que sería inmenso en la economía, un ejercicio que ya realizaron Chile y Colombia, cuyos ejemplos no podemos perder de vista y que dan una imagen sobre esta reforma para la cual debemos prepararnos.

El actuar de la ahora presidenta ya nos dejó ver en el pasado que tiene un compromiso con el sector empresarial, cabe resaltar al menos dos eventos importantes.

Por un lado, al nombrar acertadamente a Altagracia Gómez como coordinadora del Consejo Asesor Empresarial, con lo que revela un cálculo medido y preciso. Gómez no es cualquier figura; su peso en el sector empresarial es innegable, y con ella al frente, se tenderá un puente entre los intereses de los empresarios y las urgentes reformas sociales.

Esta es sin duda una jugada maestra en el tablero de ajedrez político, Sheinbaum entiende que los consensos no solo se construyen, sino que se deben articular con destreza quirúrgica. México necesita un delicado equilibrio entre desarrollo económico y bienestar social en un país donde las demandas por mejores condiciones laborales no cesan de crecer y el papel de Altagracia será esencial para asegurar que esta reforma, titánica y controvertida, se ejecute sin hundir la competitividad de la nación.

Por otro lado, la reunión con la gestora de activos global Blackrock, la empresa con más activos bajo gestión en el mundo, que nos da un atisbo de la buena voluntad para con los empresarios de este país.

La reforma de las 40 horas, sin duda agita los cimientos del sector privado, pero los tiempos, las formas, los incentivos y excepciones serán determinantes en el proceso y su aceptación en el sector económico… el desafío, es enorme, pero también lo es el potencial.

En esta marejada de incertidumbres, la expectativa es que la presidenta Sheinbaum busque guiar el carro sin perder de vista el bienestar colectivo. El mensaje hoy debe ser claro: el desarrollo económico no debe ir en detrimento de los derechos laborales, pero la productividad y las empresas en condiciones de competitividad son la fuente de los empleos formales. Nos leemos pronto.

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