Todo político profesional aspira a gobernar con tal eficacia que las urnas ratifiquen su desempeño y mantenga el poder para su partido. No se trata de ganar a costa de lo que sea sino que a pesar de todas las adversidades, el voto popular lo premie con un periodo más en el poder. Ese tránsito de personas pero permanencia del proyecto y del partido en el poder fue lo que atestiguamos en el 2024 y en estos primeros 90 días al frente en el gobierno, Claudia Sheinbaum, ratifica que continuará con las políticas heredadas de AMLO y con su sello ha puesto énfasis en sus prioridades; ampliar los programas sociales e impulsar el desarrollo local mediante una infraestructura regional que va desde proyectos de trenes hasta el impulso del nearshoring en plazas estratégicas.

En 3 meses resulta muy difícil evaluar a un gobierno, pero sí existen tres motivos principales para calificar el “estilo personal de gobernar”, el cual ha caracterizado el desempeño público de nuestra presidenta; disciplina administrativa; ideologización del gobierno y subordinación al proyecto de nación heredado de la 4T.

Disciplina administrativa.

A diferencia de su antecesor, Sheinbaum tiene un proyecto de gobierno que marca su agenda y orienta su discurso público, en su conferencia diaria da espacio para la improvisación pero en el resto de su jornada, se ajusta a un diseño bien estudiado. El único y realmente gran obstáculo proviene de la suficiencia presupuestal, pues si no logra aumentar sus ingresos esto partiría sus ambiciosos programas sociales, terminarán provocando un boquete en las finanzas públicas.

2. Ideologización del gobierno.

Nuestra presidenta es muy consistente en la ideología política de la 4T y todo se resume a un antes (neoliberalismo) y un después (el gobierno del pueblo) para resignificar cualquier conflicto. En dicha politización de cualquier conflicto, la presidenta politiza para conseguir una identificación más ideológica entre el conservadurismo en donde cabe toda la oposición partidaria como cualquier tipo de organización sea de la sociedad civil o de organismos internacionales pasando por medios de comunicación y cualquier líder de opinión. La disputa ideológica no se disputa solo en el plano local y su mayor reto vendrá de la inminente vuelta al poder de Donald Trump que amenaza mucho como todo un bully, pero también tiene una posición ideológica contraria al progresismo que enarbola la 4T y el conflicto es inexorable.

3. Subordinación al proyecto de nación heredado de la 4T.

Claudia Sheinbaum ha sostenido sistemáticamente que su gobierno será un segundo piso de la 4T y con esto quiere decir que dará continuidad al proyecto ideado por López Obrador durante su mandato. El énfasis en programas sociales con transferencia directa de recursos, es además de una fuerte inversión una contradicción ideológica con un gobierno progresista o de izquierda que tendría que canalizar una mayor inversión pública en educación, salud y desarrollo local, rubros en los que presupuestalmente los recortes han afectado sus proyectos. La 4T no puede presumir ni una nueva infraestructura hospitalaria ni una mayor infraestructura educativa y no se diga de la desaparición de diferentes partidas de apoyo para los municipios. Este proyecto nacionalista que impulsa la 4T ha sido muy exitoso para la ruta de una nueva hegemonía política y ha logrado ideologizar al pueblo contra sus enemigos (las élites), pero el gobierno abre frentes de disputa permanentemente lo cual fortalece su narrativa, pero evidencia las carencias en su gobierno.

La evidente “luna de miel” que vive el gobierno de nuestra presidenta.

Claudia Sheinbaum tendrá su primer conflicto el 20 de enero y dependerá de cómo lo enfrente para redefinir la relación con EUA así como hacerle frente al impacto económico que tendrán las medidas proteccionistas en nuestro modelo exportador. Lo mejor de este conflicto, reza el dicho gringo, “será lo peor que se va a poner”. Un líder se mide en el conflicto y Claudia Sheinbaum ya tiene el primero en puerta.

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