El Obradorismo es un fenómeno “incómodo” y así se puso de manifiesto en la reciente reelección de Rosario Ibarra al frente de la CNDH, no importó que fuera la peor evaluada de 15 —ni que haya desplazado a un perfil ciudadano con cierto apoyo en las ONG´S— aún y en contra de la propia voluntad de Claudia Sheinbaum; AMLO está desaparecido en los medios, pero operando a través del grupo en el poder que aún sigue sus instrucciones.

Sería ingenuo suponer que ese liderazgo basado en una fuerte identidad popular se perdiera de la noche a la mañana. La fuerza centrífuga que une a Morena tiene en AMLO a la única argamasa para mantenerlos unidos por el momento. No solo el partido depende de ese poder invisible, también el modelo antagónico que alimentó la rebelión ciudadana en las urnas. Sin esa capacidad de cohesión que impone su liderazgo, todo el castillo de naipes podría venirse abajo.

El liderazgo de AMLO es único en nuestro país, no hay ni ha habido nadie que se compare en comprender al “México profundo” que él ha recorrido como nadie en la época moderna. La derrota forjó un sentimiento de venganza que supo sumar a los enormes agravios sociales que encontraron en este líder a su canal para expresar su malestar y desconfianza.

El fracaso de nuestro sistema de partidos explica el surgimiento del populismo, pero no todos pueden conducir un movimiento que carece de una ideología precisa ya no digamos escrita, se trata de sentimientos convertidos en programa de gobierno; en voz de Ernesto Laclau, la cadena de equivalencias del obradorismo no proviene de un programa sino de una narrativa repetitiva y elemental, pero eficiente; somos nosotros (el pueblo) contra ellos (las élites).

La polarización social ya existía lo mismo que depresión social, solo buscaron por décadas un canal de expresión. El populismo es una forma de articulación política que le da la voz a quien nunca ha sido escuchado, dice Chantal Delsol, por lo que lejos de una amenaza a la democracia, se convierte acaso, en lo que Nelson Arteaga, nuestro destacado sociólogo dice, es un grito en el desierto para salvar al sistema democrático.

La incomodidad con el obradorismo, proviene lo mismo de su fragilidad ideológica que es acomodaticia y campechana, como de la voz popular que se niega a usar el discurso intelectual que los expertos reprodujeron por cuatro décadas, y hoy, simplemente desconocen la conexión emocional que provocan las ideas del líder que dejó todo a medias, pero que es el único capaz de entender sus garabatos.

Sin su mapa de viaje, todo será más difícil y las desorientaciones actuales son palpables. No es culpa de Claudia Sheinbaum ni de Morena como partido, es una etapa de reacomodos normales de los cuales, tampoco los líderes opositores (en donde quiera que estén) saben cómo combatirlo. Solo una persona logró leer ese sentimiento popular y lo llevó al poder, pero lo que sigue no depende únicamente de su proyecto, necesita de operadores eficaces que sigan su mandato por varios años más.

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