Para nadie es un secreto que nuestra entidad goza de una posición privilegiada en el concierto político nacional por diversas razones: 1) en lo político-partidista, 2) en lo económico y 3) en la magnitud de su población. Estos factores estuvieron presentes durante el priato, no sólo por haber colocado a uno de los suyos en la Presidencia de la República, sino porque, adicionalmente, el poder económico —que regularmente alimenta al político— le brinda un papel central en las inversiones extranjeras y nacionales, lo que históricamente nos ha colocado como la segunda entidad más importante en ese sentido.

El tercer factor fue puesto a prueba nuevamente con la movilización que realizó Morena para abarrotar el Zócalo capitalino en apoyo a la presidenta Claudia Sheinbaum. En este sentido, vale decirlo, “amor con amor se paga”, pues el despliegue de votos en favor de la primera presidenta de México fue contundente. En respuesta, el apoyo federal a diversos proyectos de inversión en la entidad ha sido ampliamente difundido en las giras que conjuntamente realizan la gobernadora Delfina Gómez y la presidenta Sheinbaum. No es la primera vez que sucede; con la dupla Peña Nieto-Eruviel Ávila ocurrió algo similar. Sin embargo, en aquella ocasión, junto con la derrota de 2018, se produjo otra caída más profunda y de carácter cultural. El fracaso de aquella generación no puede repetirse en este gobierno. ¿A qué me refiero?

Primero

El tema presupuestal para nuestro estado debe encontrar una nueva fórmula de equilibrio. No basta con que desde la Presidencia se realicen inversiones en la entidad con un cálculo electoral, válido, pero insuficiente para atender nuestros problemas estructurales. Esta nueva generación de políticos en el poder debe demostrar habilidades suficientes para transformar ese apoyo en políticas públicas que no dependan únicamente de nuestro volumen de votos. Volver a los fondos metropolitanos o a proyectos transexenales parece una ruta necesaria y estratégica para impulsar el denominado cambio de régimen. Sin éxito en los programas de gobierno, no habrá dinero que alcance para contener la recesión que se aproxima.

Segundo

A Morena le urge impulsar una escuela de formación de cuadros que, bajo valores éticos y con capacidad administrativa, se haga cargo de sus gobiernos. El proceso ideológico lo han hecho muy bien con su escuela de formación política, pero es en el gobierno donde se mide a los políticos y donde los resultados se traducen en votos. En el Estado de México se vive una coyuntura especial, pues la gobernadora goza de una sólida imagen, producto de su bonhomía y ética pública, pero su ejemplo de sencillez y austeridad necesita ser replicado por toda la esfera pública, y eso, lamentablemente, no ha sucedido hasta el momento.

Tercero

La gobernadora Delfina Gómez ha logrado armar un equipo de gobierno que, sin estar exento de conflictos internos, ha superado los obstáculos que surgen desde el propio movimiento, dado que, en estos momentos, la oposición es meramente testimonial. Por ello, debe usar el liderazgo simbólico que le otorga el poder público para impulsar el cambio que la gente votó en las urnas y que obliga al grupo en el poder a traducir en políticas públicas más eficaces. Tienen todo para conseguirlo: tiempo, recursos y liderazgo. El Estado de México se lo merece y lo espera.

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