Con la fuerza de los votos y lo inexorable de los tiempos, la maquinaria de la 4T avanza en su proyecto de reformas constitucionales que desmantelan la etapa “institucionalista”, (enfoque teórico de las ciencias sociales, en particular de la ciencia política, que estudia la sociedad a partir de sus instituciones formales, las informales y su efectividad) que caracterizó al periodo de la democracia consensual privilegiada por los sistemas democráticos del mundo en los últimos 50 años. Estamos, ahora sí, ¿frente al cambio de régimen?, o ¿estamos dentro del mismo, pero con un enfoque de “regla de la mayoría” dentro del mismo sistema democrático?, y ahí es donde el país se divide en opiniones.
No es para menos, si durante 50 años o más, nos educaron bajo los principios de una sociedad plural y democrática en donde el consenso era el producto más acabado de la democracia y como forma previsora de crisis institucional frente a la cada vez más difícil tarea de gobernante con mayorías de un mismo partido; en la reforma del “Pacto por México” se aprobó el Gobierno de Coalición frente a la aparente imposibilidad de que un solo partido pudiera gobernar en el futuro por sí mismo. Por un error de lectura del entorno internacional o la sobrada autosuficiencia de nuestra clase política, no previeron que el agonismo como método adversarial ha ganado terreno a la par de la crisis terminal del modelo neoliberal, esa miopía le permitió al tiempo crear las condiciones perfectas para el cambio generacional que vio la luz bajo el liderazgo de López Obrador. Por eso insisto en que no hay un “Fenómeno AMLO”, sino un conjunto de manifestaciones internacionales (cambio de era, internetizacion de las comunicaciones, uso masivo de redes sociales, impacto inmediato de las “fake news” o paparuchas, así como cambios en los hábitos de consumo de las noticias), como otras de orden nacional (agudización de la desconfianza, fracaso político del PRI/EPN traducido en una derrota cultural, la ausencia de relevos dirigenciales en los partidos políticos con una visión democrática, lo que permitió la definición de “mafia del poder”y el resurgimiento de corrientes alternas al nacionalismo revolucionario encabezadas por un líder populista como los es AMLO) esos, entre otros aspectos, eran claramente los síntomas de un cambio profundo para el cual solo faltaba el detonante perfecto, que para el caso mexicano fueron 3 años de pésimas decisiones; apenas un año después de firmar el Pacto por México, regresamos a las elecciones desaseadas en el 2013 que provocaron una reforma electoral centralista que desencadenó las amarras del autoritarismo. Un año después sobreviven el movimiento por Ayotzinapa y la “Casa Blanca”, el primero abandonado por el poder central bajo la óptica de Aurelio Nuño que declaró al “El País” que se trataba de un “problema local” y luego el segundo, que confirmaba la corrupción pedestre del gobierno en turno, así como la colusión de empresarios y gobierno. La puntilla la vino a dar Luis Videgaray con el aumento en la gasolina en el 2016 y los conflictos al interior del grupo en el poder por esa decisión, sazonados por los saboteos a Manlio Fabio Beltrones en la dirigencia del PRI que los sumió en un tobogán de derrotas, que no termina por concluir.
En el triunfo de morena tuvo mucho que ver la pésima lectura de la realidad mexicana de nuestras élites dirigentes, quizá por ello, a Claudia Sheinbaum le apresura terminar el ciclo de reformas antes de que se complique tanto la estabilidad económica como las relaciones con el impredecible D. Trump.
El conflicto ideológico cada vez queda más en evidencia por razones distintas; una oposición perdida y carente de proyectos alternativos para un elector agraviado; una clase media carente de liderazgos nacionales y francamente conservadora o pusilánime; y una élite que acostumbrada a vivir del privilegio ha entendido que también con la 4T ese trato se va a mantener. La única opción para muchos proviene de la presión extranjera, pero ya lo dice el dicho mexicano; “Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses”, mientras esos no se trastoquen o lleguen a un buen acuerdo, el proyecto reformador de la 4T seguirá avanzando en este gobierno.
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