La ausencia más visible en el contexto político en México está relacionada con la pasmosa forma de actuar de nuestra clase política, carente de liderazgos y con unas élites menguantes casi casi en inanición. La generación de la famosa transición democrática hoy vive el descrédito y la inoperancia. Estas fueron durante décadas la única intelectualidad orgánica y hoy, desvanecido el poder que los prohijó, son cada vez menos relevantes. Ideas tienen, quizá las mismas, lo cual no les permite aceptar el profundo cambio que sucede frente a sus ojos; pasamos de la democracia liberal de corte consensual promovida por Bobbio, Dahl, Sartori, Panebianco y todos los que vieron en Europa la democracia para todos.
Infortunadamente para ellos, otra realidad se escribía desde el sur y vieja, pero consistente, la versión latinoamericana que combina religión, liderazgos carismáticos y populismo logró en los últimos años llenar de contenido el malestar que recorre a los grupos más agraviados por el neoliberalismo. De alguna forma nos venció el “eurocentrismo” que tanto denunció Enrique Dussel y olvidamos que la pobreza también genera sus condiciones estructurales que recrean una realidad concreta; la desigualdad no se fue con el crecimiento económico del subcontinente. Por el contrario, aumentó, lo mismo que la concentración de la riqueza. De acuerdo con el último reporte de OXFAM, en ninguna parte crecieron tanto los multimillonarios como en México y Rusia.
Nuestras élites solo entienden el modelo del privilegio, tanto para gobernar como para hacer negocios desde el poder y no está claro que eso lo haya erradicado la 4T, cuando más, estaremos frente a la rotación de una élite, menos proclive al escándalo sea porque ocultan la información pública o le dan al ejército el rol de la caja de Pandora y cuando se abra, quién sabe a cuánto salpique. Sin líderes visibles en la oposición, los dirigentes de Morena avanzan más por número que por estrategia, lo que es muy visible cuando los pleitos internos arrecian y las rivalidades internas suplen a los conflictos externos.
Quien hoy gobierna tiene todo frente a sí; dinero, poder y volumen de actores políticos, no hay por qué pelearse, tienen todo y de todo, para todos. Sin embargo, su sobrevivencia estará marcada por este sexenio, de cómo resuelvan sus problemas y le den viabilidad a su proyecto de gobierno dependerá el futuro de Morena, que se debatirá entre el obradorismo que ya se fue y el progresismo que no termina de nacer. En la tercera ola, Samuel Huntington señala que un partido se consolida, “cuando le sobrevive a su líder fundacional”. Ahí estamos y es pronto para saberlo; se crea una élite alterna al obradorismo que le de proyección de futuro o la lucha intestina, característica de las izquierdas en México, terminarán dilapidando el enorme poder que les han dado las urnas. ¡¡Veremos!!
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