Este fin de semana dio inicio la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, un encuentro que a lo largo de sus 38 años de existencia se ha consolidado como el más importante no solo de México, sino de Iberoamérica, gracias a su amplia cartelera cultural y la presencia de obras y autores de todo el mundo.

Una vez realizada la presentación formal de esta feria, déjenme contarles por qué creo que la FIL de Guadalajara es uno de esos eventos que se tienen que experimentar, al menos, una vez en la vida.

Tuve la oportunidad de cubrir durante diez años la FIL, así que me considero un visitante curtido en las artes bibliográficas y el descubrimiento de libros. La primera vez que asistí (en un lejano 2009), la ciudad de Los Ángeles era la invitada de honor, así que, entre otras cosas, tuve la increíble posibilidad de asistir a una de las últimas presentaciones que hizo en vida el maestro Ray Bradbury, donde relató cómo alquilaba una máquina de escribir por 10 centavos en la biblioteca de la Universidad de California hasta que, al final de nueve días en los que gastó nueve dólares, tuvo en sus manos la primera versión de Fahrenheit 451.

Están, además, las clásicas presentaciones de libros, donde puedes ver y escuchar de cerca a tus autores favoritos, sin importar si viven del otro lado del mundo y, al final, sacar de tu mochila aquel libro que tanto has leído y ver cómo aquella figura a la que admiras te pregunta tu nombre para, posteriormente, estampar su firma y una pequeña dedicatoria en tu ejemplar. Me enorgullece hablar siempre de las tres o cuatro palabras que pude cruzar con la maestra Amparo Dávila mientras firmaba mi (su) libro de poemas y la dedicatoria que Leonardo Padura hizo en mi ejemplar de El hombre que amaba a los perros. En fin, cuestión de lectores.

Créanme también cuando les digo que vivir una venta nocturna era toda una aventura. Generalmente se realiza el viernes antes de que finalice la feria y las editoriales ofrecen descuentos más altos por lo que los pasillos se ven abarrotados y el tránsito de personas se triplica. Una de las promociones más interesantes que recuerdo era la que manejaba DeBolsillo, parte de Penguin-Random House, y consistía en lo siguiente: a la entrada del stand te daban una caja parecida a la de una pizza, pero más pequeña, y debías lograr que cupieran tres libracos y cerrará perfectamente, de esta forma solo pagabas 299 pesitos. Como se lo podrán imaginar, aquello era un infierno (pero uno chévere).

Por las noches, al bajar la cortina de los stands, se lleva a cabo un concierto en el que, a lo largo de toda la FIL, se presenta un artista o agrupación que representa al país invitado, por lo que puedes vivir de manera gratuita presentaciones de todo tipo y de distintos géneros. Toda una pasada.

Podría extenderme mucho más, pero ni el papel bastaría, así que aquí van mis recomendaciones:

  • Visita la zona internacional, para encontrar editoriales y libros que generalmente no llegan a nuestro país o que suelen tener precios más altos debido a la importación.
  • Revisa el programa general, para no perderte charlas ni a tus autores favoritos.
  • Asiste a los conciertos nocturnos, te llevarás bastantes sorpresas y conocerás nueva música.

Lo más importante de la FIL no son los libros, sino las experiencias y anécdotas que te deja. Lo dije y lo repito: ¡bendita FIL!

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