Actualmente vivimos en “aquel futuro lejano” que muchas novelas y cuentos de ciencia ficción proyectaban en sus páginas, plasmando lo que dichas épocas nos depararían llegado el momento. Así, hemos descubierto que algunas escenas y artilugios están lejos de ser una realidad, mientras que otras forman parte de nuestro día a día.
Esto vino a mi mente tras ver la nueva publicidad de la famosa librería de fondo amarillo, con pinta de bardas incluida, a la que llamaremos “mahatma”. Más allá del recibimiento de los rótulos y su variada tipografía, vi una que me encantó y decía: “¡Gran viajazo! Julio Verne presenta: Viaje al centro de la tierra”.
Y es que Verne es, sin duda, uno de los autores que más influencia ha tenido dentro de la ciencia ficción e incluso otras disciplinas y artes, gracias a la obra que nos legó, llena de aventuras, viajes, tecnología y misterios.
Jules Gabriel Verne Allote nació en Nantes, Francia, un 8 de febrero de 1828. Unos 19 años más tarde, su padre, Pierre Verne, decidió enviarlo a París para estudiar Derecho y que, de esa forma, siguiera una larga tradición familiar ceñida la jurisprudencia; no obstante, él tenía otros planes (que fueron apoyados y alentados por Alejandro Dumas) y abandonó sus estudios para dedicarse a la literatura. Así fue como comenzó a escribir poemas y obras dramáticas.
Debido a su desobediencia, Verne dejó de recibir el dinero que su padre le proporcionaba, por lo que comenzó a alternar la escritura con trabajos (mal pagados) de medio tiempo. Fue entonces que comenzó a redactar artículos sobre temas de ciencia e historia, por lo que pasaba muchas horas leyendo sobre aspectos técnicos y científicos, coleccionando artículos de divulgación y gastando sus ahorros en libros.
De esta experiencia nació en su mente la idea de crear una trama llena de aventuras que se mezclara con hechos de la vida real pero sustentada en hechos científicos. Eso lo convirtió en el primer autor en convertir al científico en el héroe de sus novelas.
A partir de este ejercicio de lectura y el acercamiento con gente interesada en la ciencia creó la “novela científica”, como él la denominó, y nos dejó obras como: “Viaje al centro de la Tierra”, “Veinte mil leguas de viaje submarino”, “De la Tierra a la Luna”, “La vuelta al mundo en 80 días”, “Cinco semanas en globo”, “Viaje alrededor de la Luna” y muchas, muchas más.
En ellas describe con una extraordinaria, notable y, por momentos, inquietante exactitud muchos de los descubrimientos y logros científicos del siglo XX. Acá algunos ejemplos: el submarino, (que aparece en “Veinte mil leguas de viaje submarino”), noticieros, (en “La jornada de un periodista americano en 2889”), videoconferencias (ideó un sistema de comunicación a distancia, titulado fonotelefoto, que se encarga de transmitir las imágenes por espejos conectados a través de cables), Internet (en “París en el Siglo XX”, describe una red mundial de comunicaciones, parecida a un “telégrafo mundial”), viajes al espacio (“De la Tierra a la Luna” habla de transportes impulsados por luz solar, además de contemplar cohetes espaciales que son disparados hacia la Luna con un enorme cañón), helicóptero (en “Robur el Conquistador, obra de 1886, se describe al Albatross una embarcación cuyos mástiles tienen en la punta hélices que giran y le permiten volar).
Autores como Jonathan Swift, Ray Bradbury, Phillip K. Dick, Julio Verne, H. G. Wells, Arthur Clarke, J. G. Ballard o William Gibson escribieron sobre avances tecnológicos, objetos y situaciones que hoy son una realidad. Otras más, como los autos voladores de Los Supersónicos no han llegado, pero aún nos queda mucho futuro por vivir.
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