A principios de los noventas comenzó a circular una filmación de baja calidad, en formato VHS, que se convirtió en todo un suceso debido a su contenido y la afirmación de su veracidad. La grabación mostraba al fotógrafo Will Navidson en su casa, acompañado de su familia, mientras observaban asombrados una puerta que, de la nada, apareció en la pared de su sala, entre dos ventanas que dan al jardín.
Will, quien hace de camarógrafo, se acerca a la puerta. Al abrirla descubre un pasillo oscuro de aproximadamente tres metros que, físicamente y en contra de toda lógica, no debería existir. Para demostrarlo sale por una de las ventanas al jardín, mientras filma la pared donde debería estar el pasillo demostrando que no hay nada ahí.
Este simple plano secuencia, conocido como "El pasillo de los cinco minutos y medio" debido a su duración, provocó expectación, dudas e inquietud debido a lo raro del fenómeno: una verdadera intrusión de lo sobrenatural en la vida cotidiana y una ruptura de las leyes físicas conocidas.
Tres años después de su aparición se estrenó "El expediente Navidson", gracias a Miramax. Este filme ahonda en la historia de la familia y el terror que experimentó en la casa de Ash Tree Lane, Virginia, cuya singularidad arquitectónica consiste en que sus dimensiones, tanto interiores como exteriores, cambian constantemente.
Esta historia es el cimiento de "La Casa de Hojas", el debut literario del escritor norteamericano Mark Z. Danielewski. Su publicación, a finales del 2013, se realizó gracias a un esfuerzo compartido entre las editoriales españolas Alpha Decay y Pálido Fuego, barcelonesa y malagueña respectivamente.
Tras franquear la primera hoja e irrumpir en la casa nos damos cuenta de que es un ente con vida propia, cuya capacidad de crear nuevas puertas, pasadizos y cuartos aumenta conforme Navidson se obsesiona con ella y realiza una expedición para viajar al corazón mismo de la vivienda.
Una advertencia: al igual que la casa de Ash Tree Lane captura a sus habitantes, el libro nos apresa y engulle entre sus páginas mientras deambulamos por sus frías y blancas entrañas, compartiendo el miedo y la impotencia de ser manejados a su antojo.
La obra es, por sí misma, un libro objeto. Me explico: ostenta distintas tipografías que, no sólo cambian a lo largo de nuestro recorrido, sino que invaden las hojas en forma de espiral, se desperdigan y cambian de color. Contiene tachaduras, secciones incompletas o desaparecidas, hasta llegar al punto de colocar el libro de cabeza, o de costado, para proseguir la lectura. Asimismo, tiene notas a pie de página que nos harán interrumpir el capítulo o desplazarnos entre secciones para observar fotos, dibujos y cartas que poseen los apéndices incluidos. Es por ello que la edición al español, gracias a la traducción de Javier Calvo, se llevó la asombrosa cantidad de trece años, mientras que Danielewski ocupó diez de su vida en terminarla.
Esta novela experimental se ha comparado con el "Ulises" de Joyce, debido a su magnificencia; el "Moby Dick" de Melville, pues somos engullidos por la enorme casa; o la narrativa irracional y terrorífica de David Lynch. Sin olvidar las trampas y juegos metaliterarios de Borges, que con tanta maestría empleaba desde la "Historia Universal de la infamia".
Pasen a "La casa de hojas" un lugar terrible y sobrecogedor, una novela monumental, un experimento narrativo, un libro objeto que encarna la creatividad y la imaginación de un hombre dispuesta al servicio de la literatura.
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