Granville Stanley Hall (1844-1924) fue el teórico que logró incrustar el concepto de la adolescencia, como la etapa intermedia que emergía al concluir la infancia y decantaba antes de la temprana madurez. Publicó un amplio tratado en 1904. Cuando Stanley Hall hizo su tesis doctoral fue asesorado por William James. También estuvo al lado del notable psicólogo experimental Wilhelm Wundt, nada menos que en Leipzig, Alemania: sede que fue cuna de la Psicología científica.

La adolescencia está experimentando mutaciones y una serie de desafíos poco conocidos en el siglo pasado. La Organización Mundial de la Salud (OMS), ha señalado que las personas que transitan entre los 10 y 19 años son adolescentes. Al incluir en ese amplio rango etario a un grupo tan diverso, indudablemente se simplifican las adolescencias que en cada región, país, cultura, familia y género se viven.

El pasado mes de marzo, el Reino Unido lanzó la miniserie ficcional titulada: Adolescence. Fue creada por el dramaturgo y guionista Jack Thorne y por el actor de cine Stephen Graham. Mediante sus primeros (o únicos) cuatro capítulos, se ha logrado posicionar rápidamente en plataformas streaming como Netflix. Su director, Phillip Barantini debe estar muy contento. En tiempo récord logró estar dentro del top de las 10 más vistas, con más de 96 millones de visualizaciones. Por ende, la han visto muchas más personas en el mundo occidental conectado.

La microhistoria se desarrolla dentro de los cánones del drama criminal. Presenta a un chico de 13 años que presuntamente ha asesinado a una de sus compañeras. La serie rompe con la reiterada narrativa de que “al final se descubrirá al verdadero culpable”. La serie decidió avanzar por un camino más complejo e intrincado. No solamente corre el telón acerca de las nuevas adolescencias que se están edificando como resultado de estar conectados a la red de redes y al consecuente mundo virtual, sino también con algunos imperativos de la masculinidad y de la feminidad que se fraguan desde edades tempranas.

Uno de los ejes centrales de esta serie tiene que ver con las dificultades que enfrentan muchos hombres para manejar la ira o la violencia física y psicológica, desde edades tan tempranas como la adolescencia. Como correlato de ello, están los padres y las madres de estos adolescentes que, aparte de no saber cómo proceder, suelen estar invadidos por un profundo mecanismo de negación. Es decir, que son incapaces de aceptar que sus hijos e hijos pueden tener actitudes y comportamientos que están fuera de sus propias creencias o expectativas.

En la serie, asoma aquella vieja lección que reza: nunca sabremos de qué es capaz la otra persona, así sea nuestro propio hijo, hija o pareja. Sugiero ver la serie.

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