Ha cambiado la tónica del proceso de elección para rector de la UAEMéx. Acudieron a inscribirse seis mujeres y tres hombres. Nunca lo habían intentado nueve personas. Los tres varones y una académica quedaron fuera porque no cumplieron con uno o más de los requisitos especificados en el acuerdo emitido. Por ende, están participando cinco mujeres.

Perogrullo ha dicho que, tras 69 años de maximato varonil, por vez primera habrá una rectora. Antes de que ello sobrevenga, deberíamos dar un paso atrás. Si las cinco aspirantes tienen las mismas posibilidades, ¿por qué cada una de ellas tendría que poner dinero para efectuar sus “jornadas de promoción y comparecencias institucionales”?

¿Anhelar el cargo de rectora tiene como premisa disponer de capital económico para concretar dicha aspiración? Me parece que es tiempo de hablar de ello, sin tapujos ni simulaciones. En un lapso de 32 a 35 días hábiles, acudirán a 71 espacios para dar a conocer sus respectivos programas de trabajo. Iniciaron el 10 de marzo y cerrarán el 30 de abril.

Las cinco universitarias que han tenido la osadía de intentar dirigir nuestra casa de estudios, ¿deberían tener en su cuenta bancaria decenas de miles de pesos para gastarlos en traslados, renta de uno o dos vehículos, pago de uno o más conductores, gasolina, peaje en casetas, cubrir la alimentación de su equipo, invertir en presentaciones para exponer en cada espacio académico, diseñar y producir piezas comunicativas? Además, ¿dinero para rentar y mantener su respectivo sitio en internet, así como generar y dar respuestas a través de sus redes sociales digitales?

Si se agrega al equipo de cinco personas universitarias que podrán acompañar a cada aspirante —que, además, han solicitado permiso laboral sin goce de sueldo—, el asunto queda en lo sacrificial.

Cada aspirante y su equipo, ¿tendrán servicio de seguridad? En varias regiones de la entidad, los riesgos son considerables. Nuestra institución tiene presencia en por lo menos 22 municipios. Allí tendrán que acudir. ¿Por qué no se ha concebido una bolsa económica para atender este tipo de procesos, siendo la rectoría un cargo tan honroso?

Le propongo al H. Consejo Universitario que tome cartas en este asunto para aprobar una bolsa destinada a las jornadas de promoción y comparecencias institucionales. Dicha bolsa se distribuiría, con toda transparencia, entre las cinco aspirantes.

¿Acaso no es tiempo de abrir el juego a una contienda, en condiciones de igualdad, para las cinco aspirantes a la rectoría? El Consejo Universitario podría reunirse esta semana, en sesión extraordinaria, para dar una buena lección. Si no lo hacen, entonces que alguna de las candidatas —en clave de sororidad— convoque a sus demás colegas para exigir que se destine un fondo igualitario para cada aspirante. Desde luego, que de ese fondo entreguen cuentas claras de su ejercicio.

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