El próximo 13 de febrero, como en los últimos tiempos, se hará un recordatorio a escala internacional acerca de la importancia que tiene el uso del condón masculino, como una de las efectivas medidas para reducir el riesgo de Infecciones de Transmisión Sexual (ITS), entre las que están el VIH/sida y, también, para evitar embarazos.
Sobrevendrán actividades del sector salud. Quizá con mayor énfasis desde los 32 comités estatales, orquestados por el Centro Nacional para la Prevención y el control del VIH y el sida (Censida). También se escuchará algo de entusiasmo procedente de escuelas primarias, secundarias, de nivel medio superior o de licenciatura. Tal vez algo harán las cámaras de diputadas(os) locales en varias entidades.
Carteles por allí, actividades lúdicas por allá, conferencias por acullá, a favor del uso del condón masculino. Las personas poco familiarizadas con estas intimidades creen que adoptan una “perspectiva de género”, cuando hablan del condón femenino; como si fuese un insumo de prevención similar al preservativo varonil. No es así. Su uso, además de ser marginal, es incómodo al momento de colocarlo y antierótico. Tanto las mujeres, las(os) trabajadoras(es) sexuales, así como las mujeres y hombres trans que han tenido que usar condón femenino, saben de lo que hablo. En este tipo de campañas que sobrevendrán, solamente se contentarán con decir que también existe esta opción femenina y que sirve para proteger embarazos y de varias ITS.
Sería recomendable que se propagara constantemente el acceso a este tipo de insumos de prevención, si realmente el Estado mexicano, presuntamente laico, busca promover la salud sexual y reproductiva entre la población que practica este sano deporte; especialmente en adolescentes y jóvenes heterosexuales y entre quienes tienen otras prácticas e identidades sexuales no heteronormadas.
Por ejemplo, en los sanitarios de todas las escuelas secundarias, de nivel medio superior y de estudios superiores, de sostenimiento público, deberían colocarse despachadores automáticos de condones masculinos y de lubricantes. Desde luego, a bajo costo, pero subvencionados por la Secretaría de Salud de cada entidad federativa.
También se podrían hacer convenios con bares, restaurantes, centros nocturnos, cines y diversos “antros”, para que en el interior de los baños se instalen despachadores de estos aromáticos insumos libidinales. En estos sitios, ofrecerlos a un costo comercial, pero sin abusar del bolsillo por la urgencia del eros. ¿Qué tal un convenio con la red de Farmacias del Ahorro?, para reubicar en lugares más accesibles y estratégicos la oferta de condones, a efecto de evitar que los ardorosos consumidores(as) tengan que pedirlos a voz en cuello y frente a la gente pura y virginal. Ojalá que una o dos ideas prosperen.
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