El gobierno municipal de Tultitlán, que preside la morenista Ana María Castro Fernández, decidió fusionar las colonias Fimesa II, Fimesa III y El Paraje para crear una nueva colonia llamada La Cuarta Transformación.

Como parte de esta interesante iniciativa de la alcaldesa, algunos de los nombres de las 47 calles son Internet para Todos, Becas Benito Juárez, Sembrando Vida, Me Canso Ganso y Acúsalos con su Mamá.

La comunidad reaccionó de manera muy negativa y hubo revuelta. Algunos argumentaron el problema (y gasto) que implica el cambio de documentos oficiales, pero el descontento va mucho más allá.

Un grupo de vecinos retiró por la fuerza las nuevas placas de las calles y al final las autoridades municipales debieron detener la iniciativa por la orden de un juez, que le concedió a los quejosos un amparo.

La alcaldesa argumenta que la vergüenza estaría en vivir en una calle que lleve un nombre como Gustavo Díaz Ordaz, asesino del movimiento estudiantil. Tiene razón, casi le atina al argumento, pero las vialidades en conflicto se nombraban como flores y frutas.

Lo cierto es que la nomenclatura de las calles tiene un impacto sociológico significativo, ya que refleja y moldea la identidad cultural, política e histórica de una comunidad.

La idea de fondo es honrar figuras históricas, fechas importantes o valores culturales, que refuercen el sentido de pertenencia e identidad.

Ciertamente, la nomenclatura de sitios públicos con símbolos históricos busca implantar una narrativa ideológica en el entorno cotidiano, pero claramente los conceptos de esta alcaldesa no están tan arraigados como ella pretende.

Estos cambios pueden alterar la forma en que se preserva la memoria colectiva. Palabras como “Independencia” tienen una significación compartida por los integrantes de la comunidad, porque refiere ideales históricos con los que nos sentimos identificados desde la infancia y evocan altos valores de los que nos sentimos orgullosos como conjunto social. La 4T, claramente aún no está en ese punto.

La alcaldesa está aprendiendo de mala manera que no todos comparten su visión política y que imponerla no es la mejor idea, porque está alterando la memoria colectiva, no un espacio privado.

Las nomenclaturas no son solo designaciones funcionales, son símbolos cargados de significado que influyen en la forma en que las personas se relacionan con el entorno, su historia y entre sí.

Lo peor es que este caso no es el único. Hemos visto a políticos del partido gobernante con este tipo de iniciativas por todo el país. Incluso hubo quien pretendió cambiar los colores de la bandera nacional. Todos han fallado de forma catastrófica, porque no han entendido que la sociedad mexicana es una amalgama heterogénea, plural y diversa que no acepta con facilidad la intromisión de imposiciones políticas en su entorno personal.

La última trinchera

El PRI mexiquense no logra zanjar sus diferencias que irremediablemente se proyectaron en el proceso interno en que Cristina Ruiz fue elegida presidenta del comité estatal como candidata única.

El instituto político aseguró que la convocatoria fue abierta para quienes quisieran participar, pero hubo voces, que señalaron imposición y cerrazón.

Lo cierto es que ese partido está en su peor crisis, tanto interna como en el entorno político y tienen la urgencia de recomponerse o se arriesgan a desaparecer.

La nueva dirigenta es una mujer de convicción y trabajo, pero es además tal vez la última oportunidad para el tricolor en Edomex. Veremos.

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