El 28 de enero de 1985 la Academia Mexicana de la Lengua aprobó el gentilicio “mexiquense” para referirse a los habitantes del Estado de México.
Fue a propuesta del gobernador Alfredo Del Mazo González que el término fue acuñado para dar identidad a la población, que hasta antes de eso vivía en el limbo de ser “mexicanos por patria y provincia”, como dice el himno estatal.
Pero su origen es anterior, a finales de los años 60, siendo su principal promotor el político Mario Colín (quien sería secretario de Educación de Del Mazo), recogiendo el debate que había surgido entre la intelectualidad y los periodistas de la entidad, acerca de porqué se carecía de un gentilicio para los del Estado de México.
En ese primer momento, al pedir orientación a la Academia, hubo una ambigua conclusión aludiendo que había menciones indistintas como mexiquense, mexicas o mexicanenses. Por su puesto nadie quedó satisfecho.
Pero, como la costumbre se hace regla, Del Mazo González optó por usar el término mexiquense en su campaña por la gubernatura y el día de su toma de posesión, el 15 de septiembre de 1981, durante su discurso expresó: “Es éste el más alto honor al que pueda aspirar un ciudadano de nuestro estado, un mexiquense”.
Cuatro años después -a 161 años de haberse fundado el estado- sería aprobado por la Academia y desde entonces identifica a los nacidos y oriundos de la entidad, proliferando hasta hoy en diversas instituciones y programas de gobierno, entre otros.
Han sido los gobernadores César Camacho, con el lema “Orgullosamente Mexiquense”, y Eruviel Ávila con el tema musical “Yo soy mexiquense” y una campaña de identidad, quienes mayor fuerza le han dado al apelativo.
Como Mexiquense surgieron la radio y la televisora oficiales del estado; incluso en Ecatepec hay un medio local llamado “El Mexiquense”, y algunos otros lo han adoptado en nombres compuestos, o en alusiones como esta propia columna.
Pero más allá de la historia, el gentilicio es abrazado de diferente manera, pues mientras en el Valle de Toluca y las zonas rurales es motivo de orgullo, en el Valle de México y la Zona Oriente, el término lucha por imponerse a la metrópoli.
Habría que preguntar qué tan mexiquenses se sienten los habitantes de cada región, para reforzar la identidad en los puntos de divergencia.
Así pues, la verdadera identidad de los mexiquenses se construye cada día, en sus luchas, sus sueños y sus deseos. Ser mexiquense es ser parte de un estado que, a pesar de sus desafíos y contradicciones, sigue forjando su propia historia.
Ser mexiquense es reconocer la diversidad que se traduce en la riqueza que nos diferencia de la capital del país y de los demás estados. Ser mexiquense es ser parte de una entidad llena de contrastes, desafíos y oportunidades. Una identidad que, a 40 años de distancia, seguimos construyendo.
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