“Este corrido, señores, es pa’ la anciana Carlota. Una abuela que trae huevos, no como otros de la flota”, dice la letra de El Corrido de Doña Carlota, que en YouTube se adjudica al Grupo Tropi Bailalo, que a la fecha tiene más de 300 mil visitas y alrededor de 6 mil likes.

Doña Carlota se volvió viral en minutos. Algunos la aplaudieron. Otros se horrorizaron. Muchos compartieron el video sin preguntarse qué había detrás. ¿Qué lleva a una mujer mayor a decidir que la justicia se hace a mano propia y con gatillo? ¿Qué país hemos construido donde esa escena ya no sorprende?, peor aún, la mujer vista como celebridad, como una justiciera a la que querían salvar de la cárcel.

La mañana que Carlota disparó a quemarropa en Chalco, un cuerpo cayó al suelo y la realidad nos gritó en plena cara. Evidenció la violencia con la que convivimos día a día, en cualquier lugar. En la fila del transporte, en el mercado, en nuestra propia calle. La señora que disparó no es un personaje de un corrido, es nuestra vecina, nuestra madre, nuestra abuela. Y sin embargo, actuó como si lo fuera.

Los jóvenes que corean corridos bélicos tampoco son criminales. Son producto de lo que han visto al crecer. Uniformes que no garantizan seguridad ni justicia. Diplomas que no aseguran empleo. Vidas honestas, trabajos de sol a sol que no siempre llevan a alguna parte. El corrido se vuelve entonces un escape. Una fantasía de respeto, de dinero, de poder. Una vida fácil y rápida donde por fin alguien los ve.

La trifulca originada en la Feria de Texcoco ante la negativa de Luis R. Conriquez de cantar sus famosos temas belicones, también ha generado nueva polémica por la prohibición del Gobierno del Estado de México para que en las ferias se canten canciones que hacen apología al crimen organizado. Pero no es la única entidad con tal medida, también lo hay en Baja California, Guanajuato, Jalisco, Nayarit, Chihuahua y Quintana Roo.

Es un tema al que se le debe entrar de frente, no solo los gobiernos sino también los legisladores, puesto que no puede existir una prohibición por ley, ya que se estaría también acotando la libertad de expresión. Un debate que todos eluden.

Ahora bien, la intención de evitarlos es buena, ¿pero es realmente una solución ante una realidad que nos desborda?

Sí, los corridos bélicos son violentos. Hablan de armas, ejecuciones, levantones, del lujo que se gana con sangre. Pero no son la causa. Son la banda sonora de un país donde el crimen quiere imponer su ley, da trabajo, reparte despensas, impone. Son reflejo, no raíz. Su popularidad no se puede explicar si no miramos los vacíos dejados en el tan cacareado tejido social.

Prohibirlos puede calmar las conciencias, pero no resuelve nada si no se toca el fondo. Sin colores, filias ni fobias, porque de nada sirve señalar a quienes ya no están para solucionar las cosas. ¡Fierro!

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