La publicación es del 20 de enero de 2024. Omar Ortega Álvarez está con Agustín Barrera en PRD Estado de México, en Toluca. “Algunos le dicen PRD Estado de México, pero nosotros le decimos hogar. #Sabado de mucho frío, pero no hay pretexto, seguimos trabajando. #OrgulloPerredista #OOA”, se lee debajo de la fotografía de los líderes sonrientemente sentados en un sillón. A sus espaldas el logotipo del PRD. (https://www.facebook.com/share/QDySfpJWUWHFuXp1/?mibextid=WC7FNe)

Nueve meses después, un video muestra un lamentable periplo de Agustín por las vacías oficinas del PRD, frías como aquel sábado, intentando entregar oficios para darle seguimiento a la resolución del IEEM.

El mismo recinto donde, en mayo de 2023, todo era fiesta y alegría para recibir a su dirigencia nacional en el festejo de los 34 años del sol azteca, que tendría como figura principal a su candidata a la gubernatura, de origen priísta.

Nueve meses, el mismo tiempo en que se gesta una vida, han sido suficientes para tener más partido un partido, ya de por sí muy partido.

El PRD nació rebelde y en conflicto. Está en su entraña y modo de vivir. En el Estado de México vivimos el gran cisma de 2011, cuando Higinio Martínez y su Grupo de Acción Política renunciaron a 22 años de militancia, dejando libre el camino a los Bautista con el Movimiento Vida Digna, que desembocaría en Alternativa Democrática Nacional. Héctor, por cierto, a últimas fechas muy visible al lado de Ortega, Omar no Jesús.

Hoy vemos una lucha por los restos del otrora gran partido de izquierda. El que oscilaba en el 20 por ciento de los votos por la gubernatura mexiquense y que el año pasado ni siquiera pudo tener un candidato propio.

El hubiera no existe, pero tal vez le hubiera ido mejor al PRD solo para esa contienda. Omar había construido un perfil que iba creciendo. Pero apuró más lo nacional. Se disciplinó, tejió y aguantó.

Por eso, a finales de 2023, el dúo dinámico Ortega-Barrera había anunciado que para las elecciones de este junio irían solos. No los dejaron.

Omar es un político hecho entre las figuras del perredismo local, con experiencia legislativa y de campo. Agustín era su escudero, más idealista que pragmático. Ambos conocen la entraña, virtudes y defectos de cada uno y del hogar perredista; ambos tienen afinidades más allá de lo local, y deben estar pesándolas.

El registro como partido local les daría 60 millones de pesos y oxígeno para resurgir en 2027. No es cosa menor lo que urge: definir a su responsable de finanzas y presentar sus documentos básicos, como les ha pedido el instituto electoral.

Omar llama a la unidad y la reconciliación. Agustín quiere un nuevo PRD sin agandalle.

¿Qué fotografía veremos en los próximos días? ¿Un sillón vacío o la sonrisa de los alegres compadres?

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