En días recientes, el Estado de México se ha conmocionado por diversos casos que han tenido como víctimas a menores de edad. Más allá del horror propio de cada acto y el dolor de las familias, ¿qué hay entorno del asesinato de un niño, niña o adolescente y quien lo comete?

El 19 de marzo, un niño de 9 años salió a las maquinitas en Tenango del Valle y nunca regresó. Su cuerpo fue hallado a unas casas de la suya. El presunto responsable participó en las brigadas de búsqueda del menor, hasta que su comportamiento sospechoso llevó a su detención.

El 21 de marzo, en Otumba, un niño de 12 años murió tras recibir un balazo en la cabeza, mientras esperaba en la calle a un amigo para ir al circo. Dos menores de edad se han entregado a las autoridades como presuntos responsables.

El 24 de enero, en Ecatzingo, una mujer llevó a su hija de 6 años al hospital presuntamente porque no reaccionaba. La pequeña estaba muerta. Investigaciones revelaron lesiones que le habrían provocado el fallecimiento. La madre y un amigo suyo fueron detenidos como autores de la agresión.

El 10 de enero, en Nicolás Romero, un hombre cuidaba a su bebé de 4 meses de nacido. Fue detenido por probablemente causarle la muerte a golpes. Meses atrás, en septiembre de 2024, otro sujeto denunció un supuesto secuestro para cubrir que había asesinado a su hijo también a golpes.

El 12 de marzo, “Niños a merced de la ciberdelincuencia” fue el título de esta columna donde se consignó el caso de una niña de Ecatepec que había sido enganchada a través de un videojuego, para que delincuentes intentaran extorsionar a sus padres.

Y así, podríamos tener una larga lista de casos de muerte y riesgo para los niños, no solo en el Estado de México, sino en todo el país.

De acuerdo con la Red de los Derechos por la Infancia en México, el año pasado hubo 2 mil 468 homicidios de personas entre 0 y 17 años de edad. La mayoría de los casos en Guanajuato, Michoacán y Estado de México.

Estos casos atroces nos llevan a cuestionar las raíces de la violencia. La serie Adolescencia, en Netflix, por ejemplo, ofrece una mirada cruda y realista de los desafíos que enfrentan los jóvenes en ambientes marcados por la violencia, la desigualdad y falta de oportunidades.

En este sentido, es un reflejo de una realidad invisible ante el ritmo de vida que tenemos y que hace que no nos demos cuenta de quiénes son nuestros vecinos, qué hacen nuestros hijos e hijas e incluso a desconocer lo que se vive y se siente en nuestros propios hogares.

Es tarea de todos. Las autoridades en los tres niveles deben implementar políticas públicas efectivas de protección de la infancia y adolescencia, desde la familia, la escuela y los espacios públicos.

También se requiere que la sociedad en su conjunto reflexionemos y actuemos para promover valores de respeto, empatía y solidaridad; promover la paternidad y maternidad responsables y mecanismos de emergencia que niños y adolescentes puedan activar al sentirse vulnerables.

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