Hay una anécdota acerca de Diógenes -quien vivía en un tonel, solía andar desnudo y comer sobras junto a los perros-, a cuyo encuentro llegó el mismísimo Alejandro Magno y le preguntó cómo podía ayudarle, a lo que el filósofo contestó que haciéndose a un lado para que no le tapara el sol. Tras esa respuesta, el conquistador se marchó y cuentan que dijo: “Si no fuera Alejandro, me gustaría ser Diógenes”.

Fue el encuentro también de dos modos de ver la vida y entender la felicidad. El orgulloso guerrero y el hombre que consideraba que la verdadera felicidad se encontraba en la sabiduría y la virtud, renunciando a la riqueza y lo material. ¿Cómo lograr estoy hoy, en el mundo de los likes y el engagament?

En su última conferencia mañanera, el presidente López Obrador presumió que, durante su sexenio, México subió 11 lugares en el Índice Mundial de la Felicidad, para ubicarse en el 25, entre los pueblos más felices; lista que lideran Finlandia, Dinamarca e Islandia, pero no aparece Bután, nación donde hace más de 40 años se instauró el concepto de Felicidad Nacional Bruta, como indicador de bienestar.

Así de complejo hablar de la felicidad, concepto personalísimo de cada individuo. Entre más desarrollo y avance de la humanidad, pareciera más difícil definir lo que nos hace felices.

Hace unos días, en la ciudad de Toluca, se presentó el libro Las 11 Aes de la Felicidad, una entrega del reconocido periodista Raúl Vargas Herrera, donde tomando su experiencia propia y el ejemplo de vida de su padre, aporta una visión de cómo alcanzar tan preciado anhelo.

Abstrae un modelo que inicia por la aceptación absoluta del ahora, y después profundiza en factores internos y externos para alcanzar un modo de vida, también es personalísimo, para vivir una propia felicidad plena.

La aportación de Raúl Vargas va más allá, deviene en algo que ha venido trabajando y que llama “Periodismo de la Felicidad”, que no se limita a la difusión de temas “positivos”, soluciones rápidas o falsas promesas.

Se trata de hablar del bienestar, no desde su concepción política sino enfocado en el esfuerzo personal, la resiliencia, la conexión y el desarrollo personal. Es decir, ofrecer-comunicar herramientas y alternativas del buen vivir, algo así como el plato del buen comer, pero existencial.

Gran tema para analizar entre los especialistas y los empresarios de la comunicación. Muy necesario ante una realidad que hay que ver fuera del maniqueismo social-político, conveniencias o la simple necesidad de likes.

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