En el siglo 17, una ilustre mexiquense, Juana de Asbaje, tuvo que disfrazarse de hombre para estudiar la universidad y decidió convertirse en monja (Sor Juana Inés de la Cruz) para evitar el matrimonio.

Hoy, 300 años después, el Estado de México tiene a su primera gobernadora de la historia y también por primera vez las diputadas superan en número a los varones legisladores en la entidad.

Aunque aún quedan muchos pendientes para alcanzar la igualdad plena para las mujeres en el país, en unos días Claudia Sheinbaum se convertirá en la primera presidenta, “con a”, de nuestra historia.

Por su parte, Delfina Gómez y Clara Brugada, tendrán en sus manos y sus decisiones el destino de la zona metropolitana más grande del país. Las tres ejerciendo desde sus sedes de poder a pocos kilómetros de distancia.

Claudia viene de vencer a otra mujer, Xóchitl Gálvez, en una elección donde la mitad de las candidaturas para los más de 20 mil cargos de elección popular fueron para mujeres.

Delfina ganó la elección mexiquense de 2023 a Alejandra Del Moral, y conformó su gabinete con mayoría de mujeres.

Una mujer, luchadora social y defensora de la autonomía universitaria, Ifigenia Martínez, como presidenta de la Cámara de Diputados federal, entregará la banda presidencial.

En 2023, una mujer presidenta de la Legislatura mexiquense, Azucena Cisneros, tomó protesta a la gobernadora Delfina Gómez. En próximos meses, la ex diputada asumirá como primera presidenta municipal de Ecatepec, la demarcación más poblada de la entidad.

Una mujer preside por primera vez el Poder Judicial y también hay una en el Instituto Nacional Electoral. En el Estado de México, Amalia Pulido encabeza el instituto electoral, y es la segunda en ese cargo.

Tratemos de imaginar lo que cada una de ellas vivieron y pensaron siendo niñas, en un mundo que las marginaba, que las discriminaba, que las acosaba o que no las apreciaba en parte por su condición femenina.

Pensemos hoy en todas esas niñas que visualizarán su futuro con figuras de ese nivel.

Desde el 3 de julio de 1955 en que por primera vez se permitió en México el voto de las mujeres, han pasado 69 años e infinidad de luchadoras y defensoras de la participación política de ellas. Un camino en el que se han enfrentado al machismo, la discriminación y la violencia.

Pero el hecho de asumir cargos públicos no es suficiente para tener una representación integral, ni garantía plena de respeto a sus derechos, aunque sí es un paso muy grande para que ellas mismas conduzcan el barco hacia ese destino.

Aún falta trabajar para alcanzar la igualdad salarial, tener acceso pleno a servicios de salud y contener la violencia en su contra, entre otros.

Por eso es importante tenerlas ejerciendo el poder en las posiciones más importantes. México se conduce a una etapa donde podremos vivir en una “casa” liderada por una mujer, con su visión, condición y cualidades únicas.

Con seguridad esto contribuirá a derribar visiones maniqueas de “mujeres contra hombres”, o de aquellas que buscan cambiar el rol del abusador.

No se trata de demeritar ni limitar el papel histórico que han ejercido como cuidadoras del hogar, compañeras, madres, formadoras de seres humanos, que ha sido valiosísimo, sino de vivir la oportunidad de que con esas cualidades dirijan la vida política y social de toda una nación o un estado.

En Ana Karenina, Leon Tolstoi nos regala una cita muy poderos a:

“Yo pienso -dijo Ana, jugueteando con uno de sus guantes que se había quitado-, yo pienso que hay tantos cerebros como cabezas y tantas clases de amor como corazones”. Contundente expresión de plenitud e igualdad.

Por fortuna estamos muy lejos, lejísimos de aquellos tiempos en los que Platón consideraba que “la histeria”, es decir, la menstruación, era la manifestación de un “útero en duelo” por no concebir un hijo, y estamos más cerca de Marilyn Loden al acuñar, en 1978, el término “techo de cristal” para referirse a los obstáculos sociales y culturales a los que se enfrentan las mujeres al tratar de escalar profesionalmente.

Hay estudios y especialistas que coinciden en destacar que el liderazgo femenino tiene aspectos muy positivos, como un mayor compromiso social, el impulso del trabajo cooperativo y la promoción del cambio.

Hoy, el techo de cristal se ha roto en México; con la entrada del otoño, la confianza y esperanza de los mexiquenses y los mexicanos están depositadas en mujeres.

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