Me voy a dar un balazo en el pie. Y es que en medio de los festejos por el Día del Periodista Mexiquense, que se celebra el 11 de abril, vale la pena reflexionar sobre nuestra actividad.

Cada año nos llenamos de discursos melosos que exaltan el “alto objetivo social” de nuestra profesión. Ética, verdad, profesionalismo, son de los términos más empleados. Exaltamos nuestro papel social y de vigilantes permanentes de la autoridad.

Pero también esta fecha es la ocasión para la entrega de diplomas, desayunos y comidas financiados por instituciones, gobernantes o políticos, que además del pan y la sal comparten mensajes sobre el valor del periodismo.

Y al día siguiente la realidad sigue ahí. Una forma opaca con muchos brazos, algunos de libertad y otros amorfos. Exigiendo muchas veces al gobierno o a los legisladores lo que no pedimos a las empresas empleadoras, o sin asumir el riesgo de ser empresarios.

Asociaciones muchas. Peticiones más. Compromisos profesionales pocos.

Hasta hace al menos diez años, había unos siete movimientos y asociaciones fuertes que trabajaban coordinadas para lograr una ley de protección a la actividad periodística y lograr algunos beneficios sociales. Cada una representaba regiones y sectores de la labor periodística. También están las de editores. Las de los que no se asumen en una u otra. Y hasta las que surgen como capricho al no encontrar espacio en otra. También un buen número de independientes.

Pero en común, la mayoría no agrupan al grueso de los llamados periodistas nacionales, los corresponsales de medios soportados por consorcios o empresas sólidas, que mal que bien les aseguran un salario y protección social.

Todos sabemos cuáles y quién pertenece cada espacio.

En 2021 se logró una la Ley local de Protección de Periodistas y Personas Defensoras de Derechos Humanos, que para una parte del gremio no cubre todas sus expectativas.

Siempre se ha intentado, y recientemente se ha buscado, reformarla para que se garantice a los periodistas servicios de salud, pensión, vivienda, seguro de vida, entre otros. El argumento casi siempre es que se trata de una profesión de alto riesgo y la cacareada labor social.

Y no es que no lo merezcamos, sino que el simple hecho de ser “defensores de la verdad” y ser el “enlace con la sociedad” a mí parecer no es suficiente. Así, cualquier abogado, un contador, un cantante, un bailarín, cualquier profesional podría pedir lo mismo, con argumentos sólidos cada uno.

En principio, habría que definir las características o condiciones que hacen a un periodista. ¿Imprimir un periódico o editar una página de Facebook con noticias te hace periodista?,¿ir a un evento para “cubrirlo” te hace periodista?

Y así podríamos debatir mil aristas. Pero no hay espacio suficiente. Por lo pronto, festejemos reflexionando, pues lo cierto es que es un reconocimiento real al oficio de contar lo que percibimos como realidad. Lo que es diferente es cada realidad.

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