En la década de los 80, miles de familias llegaron a vivir a los municipios de la zona conurbada a la Ciudad de México. La mía entre ellas. Las salitrosas tierras de Ecatepec fueron las elegidas.

La nueva escuela no solo era muy diferente, sino los compañeros, las instalaciones y hasta los lunes de ceremonia. Así, de pronto, descubrí que el Estado de México tenía himno y que entonces viviría en “una prepotente existencia moral”.

Según la Real Academia Española, prepotente en su acepción positiva es un adjetivo para referir algo o a alguien “más poderoso que otros, o muy poderoso”. Por otra parte, la existencia moral alude a los valores, principios y el sentido ético que guían a la sociedad.

Es decir, esta frase es una reflexión sobre el papel y la fuerza que el pueblo mexiquense tiene en el contexto nacional, que debieran estar sustentados en una alta calidad moral.

Así los versos de Heriberto Enríquez, el poeta autor del himno que se hizo oficial apenas en 1995. Nacido en Toluca, el 16 de marzo de 1884 y fallecido en la misma ciudad el 8 de abril de 1963. Más académico y formador que prolijo, el toluqueño se inmortalizó en tres párrafos y un coro donde exalta la riqueza natural, las virtudes de su gente, las gestas heroicas y los valientes episodios vividos en la entidad.

¿Pero qué es hoy del Estado de México que idealizó?, ¿su clase política, sus gobiernos, las condiciones de vida reflejan la grandeza que retrató en sus letras?

Ser la entidad más poblada del país conlleva cifras y estadísticas con dimensiones a la par. Por ejemplo, en materia económica, es el segundo estado que más aporta al Producto Interno Bruto (9.1%), sólo detrás de la Ciudad de México. Es el que tiene más escuelas, más hospitales, más carreteras, más beneficiarios de programas sociales.

En contraste, sus problemas, pendientes y desafíos son igual de grandes. En seguridad, desigualdad, pobreza, carencia de agua, transporte, por citar algunos.

Una prepotente existencia moral que por nombre es patria y provincia, que es escudo natural de la capital y que de su territorio original dio vida a otras entidades que le rodean. Hasta hace poco, uno de los últimos reductos de un régimen político que llegó a dominar el país entero.

Los versos de Heriberto Enríquez, con motivo de su natalicio y desde la Rotonda de las Personas Ilustres en el Panteón de Toluca, nos invitan a reflexionar sobre lo que se ha ido y lo que aún podemos rescatar.

El poeta más vigente de la entidad, aunque no lo sepamos, lejos de ser solo un recuerdo, es una llamada a la acción para transformar el presente. Tal vez su obra, más que nunca, se convierta en un espejo donde podamos ver la necesidad urgente de un Estado de México que no solo sea un monumento histórico, sino un ejemplo vivo de integridad, justicia y progreso, con mexiquenses que sean “un alma de fuerza y amor”.

¿Estamos dispuestos a reavivar ese espíritu de lucha que Enriquez celebró o continuaremos cantando por cantar?

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