En el universo de las violencias que viven las mujeres, hay una que permanece casi invisible: la violencia económica. No deja moretones, pero inmoviliza. No grita, pero controla. Se ejerce con frases sutiles, con decisiones impuestas, con manipulaciones disfrazadas de amor. Y muchas veces, se da en el espacio más íntimo: la pareja.

A diferencia de otras formas de violencia, la económica suele estar normalizada. Muchas mujeres la viven sin identificarla, creyendo que es parte del compromiso de una relación. Sin embargo, es una de las más peligrosas, porque debilita la autonomía, limita la capacidad de decisión y refuerza la dependencia emocional y material.

Se manifiesta cuando una mujer no tiene acceso a su propio dinero, cuando su pareja controla sus ingresos o le prohíbe trabajar. También cuando la culpa por gastar le exige justificar cada compra, minimiza sus aspiraciones laborales o le impide tomar decisiones financieras. Todo esto va acompañado, casi siempre, de manipulación emocional: “Es por tu bien”, “yo sé manejar mejor el dinero”, “tú no sabes ahorrar”, “no deberías pensar en ti antes que en la familia”.

Este tipo de violencia tiene efectos devastadores. Muchas mujeres quedan atrapadas en relaciones tóxicas porque temen no poder sostenerse solas. Otras postergan sus sueños, su educación o su crecimiento profesional, creyendo que no pueden aspirar a más. Todo esto responde a una estructura que busca perpetuar la desigualdad, haciendo que el control económico se vuelva una forma de poder.

Según datos de organismos internacionales, la violencia económica afecta al menos a 1 de cada 3 mujeres que viven en pareja. Aun así, sigue siendo una de las menos denunciadas. ¿Por qué? Porque se ejerce en silencio, en lo cotidiano. Porque muchas veces ni siquiera la víctima la reconoce como tal. Y porque, socialmente, aún se espera que las mujeres “agradezcan” que su pareja las “mantenga” o tome decisiones por ellas.

Hablar de violencia económica es urgente. Visibilizar es parte del proceso para erradicarla. Es necesario entender que tener acceso y control sobre los recursos económicos no es un lujo, es un derecho. Y que una relación de pareja no debe basarse en el poder, sino en la libertad compartida.

Queridas mujeres alquimistas, si alguna vez te sentiste culpable por desear independencia, si has tenido miedo de tomar decisiones por ti misma, si te han hecho creer que no puedes sola, quiero decirte que no estás equivocada por querer tu libertad. Estás despertando.

Alquimia es transformar. Y hoy, más que nunca, necesitamos transformar el miedo en conciencia, la dependencia en empoderamiento, y la culpa en dignidad. Porque la violencia económica no es amor. Y el amor verdadero nunca busca controlar, sino acompañar.

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