Momentos críticos que cómo nación continuaremos enfrentando, incluso después del 2 de abril, fecha en la que vencerá el acuerdo arancelario actual con el país vecino y de la cual nos encontramos en vísperas a cumplirse, para posteriormente quedar en espera de las nuevas medidas que serán tomadas.

Es momento de que México fortalezca los planes de respuesta y que no solamente reaccione a las ofensivas del Gobierno del país vecino, que desde la imposición de aranceles al mundo, perjudican a su misma nación con un pronóstico de crecimiento económico de 2.2% y 1.6% para 2025 y 2026 respectivamente, en comparación con el 2.8% del 2024.

Para no sumirse en el alarmismo, de acuerdo con la OCDE, el Producto Interno Bruto (PIB) de México podría caer un 1.3% en 2025 y un 0.6% en 2026 si hay aranceles generalizados, sin embargo, bajo un escenario de exención arancelaria con las reglas del TMEC, la economía crecería en un 0.1%, es decir, hay que alarmarnos, pero no tanto.

Ante la incertidumbre económica por las ocurrencias de Donald Trump y la dependencia comercial a EUA en más del 83% de las exportaciones de México, así como la violación al TMEC, deben ser el pretexto para replantearnos nuestras relaciones comerciales y la ruta para el crecimiento económico.

Nuestra política económica debe replantearse estratégicamente, redefiniendo nuestras prioridades comerciales y aprovechando nuestras capacidades productivas, es decir, México debe responder sin improvisación o titubeo.

Con la expansión de políticas neoliberales, se configuró a la empresa transnacional como agente hegemónico en la producción estratégica mundial, cuyo resultado fueron décadas de saqueo a economías como la nuestra. Por su parte, el comercio mundial se tradujo en explotación de recursos y transferencia de riqueza que nos catalogó por muchos años sólo como proveedores de materias primas.

Ante el cambio de paradigma y la defensa de la soberanía desde el humanismo mexicano, tenemos la oportunidad histórica de virar hacia una política económica que fortalezca al país desde la aportación productiva de las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes), que, según datos del INEGI, son un grupo al que pertenecen más de 99.8% de las empresas en México y que ha mostrado un ascenso a 4.7 millones en 2025 y de las cuales 1.2 millones nacieron en 2021.

Sin embargo, tradicionalmente se han enfrentado a cierres por altos costos en seguridad social, impuestos, financiamiento a largo plazo o en algunos casos, dificultades para obtener algún préstamo bancario.

Las actividades comerciales de las mipymes representan el 52% del PIB y generan el 68.4% de empleos en el país, con actividades predominantes en comercio minorista, aunque sólo el 19.7% ofrece capacitación a su personal y un 63% tienen empleados masculinos sin aprovechar la mano de obra femenina.

El Estado de México representa el primer lugar de mipymes en el país, con el 13.02% del total nacional. El Gobierno mexicano debe generar herramientas para un acompañamiento multidisciplinario e institucional a las mipymes, lo cual implica también la simplificación de trámites y de procesos administrativos, alternativas de inclusión financiera, desarrollo de habilidades digitales y gerenciales para aprovechar su potencial.

En el mismo sentido, resulta vital consolidar su presencia en el mercado interno y facilitar su internacionalización, promoviendo el intercambio y análisis de mejores prácticas comerciales, así como diversificar los mercados internacionales, por ejemplo sumarnos a los BRICS o aprovechando el fenómeno de la relocalización conocido como nearshoring, donde se fortalezca la atracción de inversión y la implementación de una nueva política industrial que impulse el desarrollo de sectores prioritarios como dispositivos médicos, agroindustrias, producción farmacéutica, electrónica, semiconductores y electromovilidad, priorizando el desarrollo de recursos humanos especializados, así como la inserción laboral con una visión nacionalista que permita elevar los niveles de productividad y competitividad, resaltando la importancia del talento mexicano.

Si logramos condiciones óptimas para el desarrollo de las mipymes, responderemos con mayores exportaciones y su incorporación a la proveeduría nacional e internacional vinculadas a las cadenas de valor que se reestructuran por el efecto de la relocalización, colocándonos en el escenario donde representan a nivel mundial el 41% de las importaciones, el 36% de las exportaciones y donde contribuyen en el 50% del PIB en países desarrollados y 35% en países en vías de desarrollo.

Para la dinámica económica mundial, las mipymes son un ejemplo de la riqueza y diversidad de México, sobre todo porque resaltan el potencial de las empresas familiares y su contribución al desarrollo regional con un impacto positivo en el fortalecimiento del tejido social y maduración empresarial.

Resiliente al nuevo contexto que nos toca vivir en el marco de una guerra comercial absurda y la desaceleración de la inversión, bajo los caprichos de un magnate norteamericano que impone aranceles como medio de extorsión a una crisis de inseguridad profundizada desde la geografía estadounidense.

No hay guerras eternas, ni enemigo que las aguante.

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