Es casi inevitable vincular las celebraciones de Navidad y de Año Nuevo con fuegos artificiales, en una postal que es compartida por países alrededor del mundo. A China se le atribuye la invención de la pólvora que se empleó para fines militares y también festivos. Desde entonces, los fuegos artificiales han acompañado lo mismo las conmemoraciones patrias que las celebraciones religiosas.

Sin embargo, algo pasa en torno al uso de la pirotecnia que últimamente ha ganado más detractores. “Pirotecnia” es una palabra de origen griego que alude al fuego y a la técnica, es decir, a los procesos y recursos utilizados en fuegos artificiales (Diccionario Etimológico Castellano en Línea). Esta digresión para pensar sobre los límites de este arte y hasta dónde la mano de la autoridad debe imponer prohibiciones sobre su uso.

Es innegable que buena parte de la sociedad, incluyendo especialmente a la niñez, sigue disfrutando de un espectáculo de fuegos artificiales. Sin embargo, también es cierto que cada vez son más las voces que denuncian a la pirotecnia como una amenaza para las personas, los animales y el medio ambiente. En México, este discurso se inserta en un marco legal endeble que no logra controlar la comercialización y las distintas facetas de esta actividad, desde su fabricación y almacenamiento hasta su venta y uso.

Ante la proximidad de los festejos del Año Nuevo, el gobierno de la Ciudad de México informó sobre sanciones para quienes utilicen pirotecnia. En la Gaceta Oficial de la capital del país, se publicó el “Acuerdo por el que se establecen medidas para evitar y desincentivar la quema de artificios pirotécnicos en la Ciudad de México para el periodo que comprende del 25 de diciembre de 2024 al 06 de enero de 2025”.

De manera similar, el gobierno de Nuevo León publicó un acuerdo para prohibir el uso de “artificios pirotécnicos” en cualquier tipo de evento en espacios del gobierno estatal, además de exhortar a los municipios a que nieguen la autorización de permisos para la compraventa de pirotecnia. Hace algunos meses, en Tehuacán, Puebla, una jueza otorgó un amparo promovido por una asociación ambientalista para prohibir de manera definitiva el uso de pirotecnia en aquel municipio.

Y así podrían citarse otras ciudades de México y de otros países donde se han implementado medidas diversas para controlar todo lo que tiene que ver con la pirotecnia.

De acuerdo con el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED), el Estado de México, Hidalgo, Puebla y Tlaxcala destacan por su actividad productiva de pirotecnia, siendo nuestra entidad la mayor productora del país, con énfasis particular en los municipios de Tultepec, Zumpango, Almoloya de Juárez, Axapusco, Ozumba, Amecameca y Texcoco.

Tultepec es símbolo de la actividad pirotécnica al concentrar el 60 por ciento de la producción de todo el Estado de México. En ese municipio, autoridades federales, estatales y municipales verificaron recientemente las condiciones en espacios de comercialización de fuegos pirotécnicos. Este municipio se ha convertido en símbolo de la tragedia y la tradición en el que se debate el uso de la pirotecnia, que además continúa siendo la actividad económica principal de miles de familias.

Ante los riesgos para la salud y las afectaciones al medio ambiente que implica el manejo de explosivos, la posibilidad de aumentar las restricciones y sanciones se antoja como una medida necesaria pero quizá poco efectiva si no consideramos la derrama económica que implica esta actividad y si no se atiende con mayor vigor una cultura de prevención.

El amor a los animales de compañía y la información sobre los daños que pueden provocarles el uso de los cohetes y fuegos artificiales son incentivos que la autoridad debería aprovechar para que las personas sean más responsables en su uso.

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