Hace dos semanas falleció una de las mujeres más destacadas en la vida pública de Toluca y el Estado de México, Martha Hilda González Calderón. Las redes sociales se llenaron de esquelas, parecía que habíamos perdido a una política en funciones y llevaba casi dos años en el retiro; la ciudadanía y colegas recordaron que Martha entregó su vida a las causas nobles, que fue una mujer de Estado.

Se desempeñó en distintas esferas de la administración pública y del poder legislativo; ejecutó cada responsabilidad con rectitud y principios; estudiosa de Rousseau y Weber, epigona de Emilio y Laura; Martha Hilda era una funcionaria que ponía al centro el respeto a las personas y procuraba el desarrollo en libertad de cada individuo, su estrategia y toma de decisiones se enfocaban en construir una vida comunitaria equilibrada y sustentable, con inclusión y equidad, las intervenciones presupuestarias que ejercía eran consensuadas y planificadas e invariablemente, su deseo más profundo era que generaran una mayor distribución de la riqueza, para proteger a los sectores más vulnerables. Sabía que la acción sin pensamiento era una irresponsabilidad.

Creció en un sistema político donde las mujeres tenían muy pocos espacios en la vida pública, pero su dedicación e inteligencia, la llevaron a sobresalir, siendo de las pocas aún entre las menos. Su tesón quedó acreditado institucionalmente y como un referente para quienes la acompañamos en sus encargos. Era estudiosa y trabajadora sin límite. Y como buena seguidora de Reyes Heroles, miraba el valor de los resultados.

Su pensamiento liberal no le impedía ser cuidadosa y empática en sus expresiones, sabía que la forma era fondo. Su facilidad para entender la antropología social y su perspectiva cultural la hacían una política modelo, tan decidida en su actuar como sensible al interpretar. Fue una mujer feminista y femenina que creía en el amor y en la belleza de la vida; y como Gramsci, sabía el valor de las buenas maneras en política. Martha Hilda fue una estadista. Una sofista por antonomasia.

Atestigüé su entrega, servía los 7 días de la semana, las 24 horas, cuando no estaba en la oficina, trabajaba desde casa y los tiempos destinados a los alimentos generalmente se convertían en reuniones, en los trayectos siempre iba atendiendo desde el celular. Segura estoy que no se arrepintió; ella siempre decidió con inteligencia, por eso, no me extraña, que los últimos meses de su vida los apartara para procurar a quienes más amaba.

Ella poco o tal vez nada hablaba de las cosas, se ofendía ante la banalidad. El peinado y elegir la vestimenta diaria no la distraían de más, nunca vio en su belleza una herramienta, ni buscó protagonismos sobre las demás.

Para ella lo importante eran las personas, abrazaba con ternura a los niños y con cuidado a los adultos mayores, hablaba de los pueblos originarios con orgullo y en cada política pública recordaba a las personas que vivían con discapacidad. Martha Hilda soñó un municipio, un estado y un país donde cada persona encontrara una oportunidad y sólo contarán sus ganas de progresar.

Martha Hilda, muchas gracias por el legado que nos dejas a todas, por enseñarnos que la política se debe ejercer con verdad y vivir en libertad; tu misión continuará. Aquí te vamos a extrañar, y de vez en vez, te vamos a llorar desde la Toluca que tanto amaste, en el Estado al que te entregaste, aquí, en tu país por el que luchaste. Vuela y descansa en paz.

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