Ganaste un Premio Nóbel, pero nunca la Copa del Mundo. Qué hubieras dado por haber jugado en el Universitario de Deportes de Perú, que en 2011 te nombró Socio Honorario, ¡vaya condecoración que te dio el bicampeón!, equiparada a la que recibiste de la Académie Française. Eres el único escritor en pertenecer a ella sin tener obras originales en la lengua de Voltaire, Napoléón y Mbappé, très bien!

Mucho se habla de ti, Mario, por estar sentando junto a Carlos Fuentes, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez, ese boom latinoamericano. Bien sabes que todos te conocen por “La ciudad y los perros”, “Conversación en la catedral” y quizá los más jóvenes por “Travesuras de la niña mala”, pero pocos por tu pasión por el futbol. Esa pasión que te llevó a tener tu luna de miel en Río de Janeiro para ver a Pelé marcarle dos goles a Alemania. Hoy en día una luna de miel así es imposible, ¡qué afortunado fuiste!

Admiraste al Diego, pero nunca como a tus ídolos de toda la vida: “Lolo” Fernández y “Toto” Terry, a quien describiste como los que te hacían vibrar con la camiseta de la crema. Estoy casi seguro que deseabas una final de Copa Libertadores contra el Junior de Barranquilla después de haberle dado ese puñetazo a García Márquez en los años 70, con quien rompiste relación según tu relato en “El pez en el agua”.

Cansado de la pobreza en tu país, Perú, y harto de la corrupción que imperaba (quizá aún la hay) decidiste actuar, dejaste la pluma y te pusiste los botines para caminar en territorio en aquella elección de 1990. En lo particular no te fue muy bien, perdiste, aunque muchas de tus ideas-propuestas, sobre el libre mercado, se llevaron a cabo por tu rival, un tal Alberto Fujimori.

Te entiendo. Emigrar era lo mejor para buscar aire fresco, y España fue la mejor opción. En la patria de Cervantes y Sergio Ramos te enamoraste del Madrid, ese equipo que te invitó a dar la patada inicial en el mismísimo Santiago Bernabéu, para mitigar un poco esa pasión tan tuya que la distancia no te permitía con la U y que nunca se fue tu vida. ¿Sabes que pocos conocen tu faceta como cronista en el Mundial de España 82?

En tu columna del diario español El País, alguna vez recalcaste sobre el futbol: “Quienes piensan que empobrece intelectualmente al público, olvidan que divertirte es un asunto importante. (...) El inteligente y el tonto, el culto y el inculto lo pueden gozar por igual”. Tampoco hay clases sociales, déjame decirte, y lo vimos en la Champions con el sufrimiento por igual del príncipe William, futuro rey de Inglaterra, y el de los obreros que veían cómo el PSG eliminaba al Aston Villa.

No te lo voy a negar, tú siempre te sentaste a la derecha y yo del otro lado. Recuerdo que el Dr. Jorge Velázquez siempre nos decía en clase: “A Vargas Llosa hay que leerlo, no escucharlo”. Yo te leo, pero también te escuché cuando, en la mesa de análisis de Televisa junto a Octavio Paz y otros intelectuales, te sinceraste: “México es la dictadura perfecta”. ¡Monumental!

P.D. Marx creía que la religión era el opio del pueblo, si te pudiera parafrasear Mario, te diría que el futbol es la dictadura perfecta. Descansa en paz.

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