Bienvenido, Turco Mohamed. Hablar de la gran final del futbol mexicano es hablar de ti. Saliste campeón con América y también lo hiciste con Rayados, los dos finalistas que mañana darán un partidazo en la Sultana del Norte, seguramente. Justo en esta semana llegas a la capital del Estado de México.
Nuestra generación, ya envejeciendo y más cerca de los 40 que de los 30, se maravilló contigo en los años 90, eras un jugador exquisito como pocos, y extrovertido como todo aquel Toros Neza. Mira que hacer que Pablo Larios se pintara el cabello de colores y ponerle una máscara al Piojo Herrera no lo hace cualquiera, aunque le quedaba perfecta.
Ese Toros Neza maravilló a todos, lástima la final en donde los goleó Chivas, de la mano del Gusano Nápoles, pero ustedes eran un equipazo, marcaron una época. Por cierto, a ese equipo lo dirigía el Profe Meza. El Ojitos, bien recordarás, querido Turco, agarró al Toluca peleando el descenso, los llevó del infierno a la gloria y también marcó una época de la mano de Pepe Cardozo.
Tú trabajaste bajo las órdenes de Enrique Meza, pero también tienes tu estilo y tu forma de jugar. En 20 años has sido campeón de la Liga MX con tres equipos diferentes: Xolos, América y Rayados. En Brasil, levantaste la copa con el Atlético Mineiro; en Argentina, ascendiste al equipo de tus amores: Huracán, y ganaste la Copa Sudamericana con los Diablos Rojos de Avellaneda, Independiente.
Ya sabes lo que es dirigir al Rojo, ya sabes lo que es jugar en el infierno, pero sobre todo tienes un ADN de campeón y sabes cómo jugar los partidos importantes. Ya sé que a ti los Clásicos no te dan miedo, ya sé que en instancias finales te creces; de hecho, tu primer campeonato en México lo ganaste aquí en el Nemesio Díez con los Xolos. Hoy te toca regresar esa copa a las vitrinas del Toluca.
Sereno por momentos y explosivamente apasionado en otros, así te veo, Turco, saliendo desde la banca, con las ganas de poner un pase como solo tú sabes hacerlo, para revolucionar a la Bombonera de alegría. Te veo trabajando día a día como lo has hecho siempre, incluso cuando tuviste la pérdida de tu hijo en el Mundial de Alemania, ese recordatorio de que la vida es de triunfos fugaces y derrotas eternas.
P.D.: Tú sabes que la pelota no se cansa de rodar y que, mientras siga girando, siempre habrá esperanza. Mañana que gane cualquiera, pero que en seis meses seas tú quien levante la copa.
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