Donald Trump ha optado por el camino de la amenaza como estrategia política y económica. Desde la imposición de aranceles hasta intentos de expansión territorial, como su propuesta de comprar Groenlandia, pasando por declaraciones sobre retomar el control del Canal de Panamá, sus acciones han sido marcadas por una postura agresiva. Además, ha dirigido amenazas tanto a China como a sus propios aliados en la OTAN.

Pero vamos por partes. Recientemente, Trump impuso aranceles a Colombia como represalia por la negativa de este país a recibir un vuelo de repatriados que fueron trasladados en un avión militar, esposados y encadenados. En respuesta, el gobierno colombiano aplicó sanciones similares, generando un conflicto diplomático que, en menos de cuatro horas, se desactivó.

Mientras estas líneas se escriben, el expresidente estadounidense ha anunciado nuevas medidas arancelarias contra México, Canadá y China, argumentando que estas naciones contribuyen al tráfico de fentanilo y responsabilizándolas de millones de muertes. Sin embargo, el gobierno de Estados Unidos se niega a reconocer su incapacidad para contener la crisis de opioides, que comenzó con la oxicodona. Este primer opioide sintético generó una gran dependencia en la población y sentó las bases para el consumo indiscriminado de fentanilo.

Por supuesto, el gobierno estadounidense no asumirá su responsabilidad. Incapaz de enfrentarse a la poderosa industria farmacéutica, solo logró imponer una multa al laboratorio que, a sabiendas del poder adictivo del medicamento, lo distribuyó masivamente. Esa sanción, millonaria en apariencia, ni siquiera representó la mitad de las ganancias obtenidas por la venta de este narcótico, legalizado con el aval de la Agencia de Control de Drogas (DEA).

Más allá de estas justificaciones, la verdadera intención de la política arancelaria y antiinmigrante de Trump es aún más perversa. Estados Unidos está perdiendo la batalla por la hegemonía global, y el modelo económico que lo sostuvo durante décadas —basado en la economía de guerra y el poderío atómico— se ha visto drásticamente alterado. Los mercados han cambiado sus hábitos de consumo, y el capitalismo voraz se ha vuelto en contra de sus propios creadores.

En los últimos 40 años, el capitalismo global impulsó dos tendencias clave: la búsqueda de mayor eficiencia en los procesos productivos mediante la automatización, desplazando a la mano de obra, y la reducción de costos a través de mercados laborales más baratos y flexibles. En ambos casos, China emergió como el gran beneficiado, atrayendo a cientos de miles de empresas a su territorio y logrando una transferencia tecnológica que hoy lo convierte en un competidor imbatible. Actualmente, el país asiático produce el 30% del PIB mundial, lo que representa una amenaza directa para Estados Unidos.

Como lo he señalado en otras ocasiones, Trump pretende atraer industria a su territorio y garantizar mano de obra competitiva. Su estrategia para lograrlo es la criminalización de la migración y el trabajo ilegal, lo que permitiría reducir los salarios en sectores clave como la construcción, la agricultura y los servicios comerciales. De esta manera, busca contener los costos laborales, incentivar el regreso de la manufactura y fortalecer el consumo interno mediante aranceles estratégicos.

Sin embargo, esta política de semi aislamiento económico y creación de mano de obra barata a través de la persecución migratoria ignora dos factores que ya comienzan a manifestarse en las calles y los centros comerciales de varias ciudades estadounidenses. Por un lado, el rechazo de la comunidad latina, que ha respondido con protestas y, en muchos casos, con el abandono de sus empleos por temor a ser deportada, afectando de inmediato el modelo económico. Por otro, el riesgo de que estas movilizaciones se intensifiquen y se sumen tanto inmigrantes legalizados como ciudadanos estadounidenses inconformes con las políticas de Trump.

Estamos viviendo tiempos de cambios profundos que exigen actuar con calma, pero también con determinación. Es momento de identificar el talón de Aquiles de esta estrategia y encontrar formas efectivas de enfrentarla.

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