En un mundo cada vez más digitalizado, los municipios siguen atrapados en la era analógica. Aunque la tecnología llegó a las oficinas públicas hace más de 25 años, su impacto real en la gestión local sigue siendo mínimo. ¿Qué está fallando y cómo podemos solucionarlo?
Sin pretender tener la respuesta absoluta, me permito aportar algunas ideas que puedan ayudar a generar soluciones de fondo para avanzar en el uso de la tecnología en los municipios.
La primera respuesta es que el internet se utiliza para inflar el ego de los alcaldes en turno. Los sitios web municipales se convierten en egotecas digitales, donde fotografías, videos y discursos demuestran los "logros" personales y las virtudes de los presidentes municipales. Apareciendo ocasionalmente algunos datos del municipio - sobre todo si son turísticos - con vínculos a formatos de pago o páginas web con instrucciones ambiguas sobre cómo hacer un trámite.
La razón de esta práctica es una falta absoluta de conocimiento y preparación sobre el aprovechamiento de esta tecnología para facilitarle las tareas a los ciudadanos y mejorar los procesos del municipio. Es preciso una política pública nacional o estatal que impulse prácticas de internet en la gestión municipal, tanto con recursos como capacitación para alcaldes y directores que pongan en práctica su uso de manera ordenada y eficiente.
Una segunda respuesta a nuestra pregunta sobre por qué no hay avance de gobierno digital se debe al temor que genera el uso de la tecnología en los servidores públicos. Se parte del supuesto que las TICs "abren" los datos públicos y "reemplazan" a los funcionarios de niveles inferiores.
Ambos argumentos carecen de fundamento porque las tecnologías no abren los datos públicos. Hay muchos sistemas de información que pueden protegerse y construirse internamente sin acceso a internet. Tampoco reemplazan a servidores públicos: los reorganizan, los reasignan. Por que muchas de sus tareas son superfluas o duplicadas y solo se establecieron como mecanismos de control para evitar la corrupción (que no lo han logrado).
Finalmente, la última razón es la falta de fondos para impulsar tecnologías. Los "altos" costos que cobran para realizar sistemas o sitios web, además de su mantenimiento posterior impide que se implementen las buenas prácticas digitales. Esto es cierto, porque gran parte del gasto en TI se destina a la corrupción. Inflar los precios de los servicios, contratar familiares, subcontratar servicios y personal es común. En este sentido, es urgente crear normas que castiguen estas prácticas y quienes implementen TI conozcan del tema para distinguir entre gastos superfluos de los indispensables. El tema nos obliga a continuar en una siguiente colaboración.
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