Los tentáculos de la corrupción se extienden cada día más profundo en el tejido social, dejando a su paso millones en pérdidas y una sociedad desencantada. ¿Existe alguna esperanza real de combatirla? En esta ocasión, me centraré en otros problemas clave de este cáncer social.

Un foco crítico de la corrupción gubernamental a gran escala son las contrataciones públicas. Millones de pesos se gastan para comprar medicamentos, construir escuelas, hacer carreteras, puentes, edificios públicos; por eso, las contrataciones son un gran negocio para empresas que sobornan funcionarios públicos para obtener los contratos.

Existen esfuerzos notables para reducir estas prácticas. En Chile, por ejemplo, la plataforma ChileCompras ha implementado subastas en línea, garantizando procesos más transparentes y sometiendo a los proveedores al escrutinio público. En México, se ha abandonado un esfuerzo similar, el de Compranet, mientras que el sistema anticorrupción ha impulsado la plataforma digital para intercambiar información y combatir la fuga de dinero en contrataciones, pero aún no se encuentra en operación.

Uno de los principales obstáculos para este esfuerzo son las redes de corrupción. Estas relaciones entre funcionarios, políticos, empresas y gobierno son un entramado difícil de identificar y desmantelar, ya que sus miembros se protegen mutuamente, resguardando sus intereses y sus esquemas de corrupción. Podemos pensar en las redes de corrupción como un sistema circulatorio por donde fluye dinero que rebasa el estado de derecho y donde cualquier política anticorrupción tendrá un alcance limitado. Aún no hay cura para detenerlo.

El mayor avance que se ha hecho para combatir el cáncer de la corrupción es el gobierno abierto. Al abrir los datos gubernamentales: cuentas, funcionarios, procesos y relaciones, se les expone públicamente y se reducen las posibilidades de que cometan actos de corrupción.

La transparencia gubernamental ha sido la vía más efectiva para implementar esta política, obligando a los gobiernos a rendir cuentas. Sin embargo, en México, estos espacios de transparencia están disminuyendo, lo que representa un peligroso retroceso en la lucha anticorrupción.

Finalmente, otra herramienta con gran potencial es la inteligencia artificial. Su capacidad de analizar grandes volúmenes de datos y detectar patrones ocultos permite exponer públicamente la información gubernamental. Lo más interesante es que esta tecnología ya no está limitada al gobierno: ciudadanos y organizaciones no gubernamentales pueden acceder a estos análisis para exponer irregularidades.

La lucha contra la corrupción es compleja y multidimensional, pero no imposible. Si bien las redes de corrupción siguen representando un obstáculo formidable, la combinación de transparencia, gobierno abierto e inteligencia artificial ofrece nuevas oportunidades para enfrentarlas. En última instancia, el avance en esta batalla no sólo determinará la salud democrática de un país, sino también su estabilidad y desarrollo a largo plazo.

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